Carmelita y su vaquita Adela
Carmelita y Adela Carmelita afirmaba que no podía despertarse si no ponía el reloj, -podría seguir durmiendo por siglos, -decía. Y siempre se despertaba antes de la alarma. Temprano, mucho antes de que el único y dueño del harén de las gallinas empezara con sus pavoneos, ella se ponía en pie. Se daba un baño de gato con la escasa agua que lograba recoger en la única jofaina de la casa; luego caminaba unos cinco pasos y ya estaba en la cocina. Tomaba el tarro viejo que le había servido como recipiente para guardar el café por siglos y, colaba el café que ella misma cultivaba. –Producía, en una decena de cafetos que tenía en su parcela y en una tierra que no estaba hecha para su cultivo, el café más delicioso del mundo. Le gustaba cerrero, -decía que la mantenía joven y con bríos de mula vieja; luego, ponía a calentar una arepa de maíz, la embadurnaba de mantequilla y desayunaba con un trozo de queso, todo fabricado por ella. Decía que antes de terminar el café, cuando le que...