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¡Oh, Jerusalén!

¡Oh, Jerusalén! Moratti está de vacaciones en 'tierra santa', ha viajado allí, más que por sus convicciones religiosas, -en el fondo se considera un agnóstico-, por sus deseos de satisfacer su ilimitada curiosidad académica y cultural. Jerusalén le parece enigmática, una ciudad para perderse por días, para dejarse devorar por su historia y embeberse en aquella amalgama de arte y arquitectura de siglos.         Es un caluroso día de verano. Decidido, Moratti se calza sus botines desgastados de tantos pasos, -esta ciudad es su última parada en aquel extenuante viaje por el Medio Oriente-. Toma su morral en el que lleva su cámara fotográfica, una botella de agua y un par de emparedados, además de su pasaporte. Ya está corto de dinero. Hoy quiere perderse por entre las hermosas calles de la ciudad antigua –una ciudad amurallada dentro de la ciudad, -piensa en lo maravilloso que será su paseo-. Ha decidido hacer

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