ESCALOFRIANTE, ALUCINANTE EGIPTO
¿Cómo sobreviví la aventura Egipto?
Originalmente Egipto significa “metrópoli-civilización” y
vaya que lo es. Año 2006, primera parada en el aeropuerto Madrid-Barajas; la
guardia española inventando problemas, -ya estamos acostumbrados- lo que nos hizo perder la conexión a Tel
Aviv a mí y a un grupo de militares que se dirigían al Sinaí. ¡Mezcla de
impotencia, rabia y coraje! Toda la noche durmiendo en las cómodas sillas del
aeropuerto –imposible acostarse, sus descansabrazos inamovibles no nos lo permitieron-, peleando al menos por las comidas del día, no nos dejaron
salir a la ciudad o alojarnos en hotel alguno, ¡cojones! Día siguiente, vuelo a
Tel Aviv –mi itinerario sería Jerusalén y, pasados unos días, seguiría a
Egipto- sobre la primera parte de este viaje hablé en mi post “2ª parte, el valor de 1 amistad, 3 viajes y 1 homenaje”. Calma…ommmm!
Egipto se encuentra entre dos continentes: África y Asia, sí,
está situado en el extremo noreste de África, y su península del Sinaí forma
parte del occidente de Asia; el mar Mediterráneo, el mar Rojo, Israel, Sudán y Libia son sus límites, es decir,
está situado en tierra de fuego cruzado –esto no sólo por las propias, por las
recientes, pero también por las históricas contiendas acaecidas en esta zona-.
Llegaría a El Cairo el 6 de julio (2006), a la 1:00 a.m.
Afortunadamente, un amigo de mi amigo el Padre Álvaro Restrepo, y quien desde
entonces es otro de mis apreciados amigos, Juan Carlos Múnera, me hospedaría
amablemente en su casa, (él se encontraba en El Cairo estudiando lengua y
cultura árabe, interesante ¿no?). Un breve descanso, revisión del diseño del
recorrido bajo la lupa de dos sicorígidos, para optimizar el tiempo. Por ahora
todo transcurría de acuerdo a mis expectativas. Una cultura bien diferente,
exótica, legendaria, muchas veces contradictoria, y yo, acercándome muy
respetuosamente a ella.
Ésa misma tarde visita a la Torre del Cairo, ubicada en una
de las riveras del río Nilo; desde allí, valoré el nombre de Egipto, “metrópoli”,
me transporté a “Las Mil y una Noches”, escuché sus cuentos narrados por Scheherazade;
valoré de nuevo el significado de El Cairo, “la Fuerte, la Victoriosa”; una mezcla
de sensaciones, olores y sentimientos me invadió. Vista panorámica cargada de ocre desde aquella potente torre; indescriptible, pero corta mirada al
río Nilo. Cleopatra dejándose ver entre muchas “caminantas”; ojos negros como
lo canta Shakira, perlas en las bocas de ellas, los de ellos, diferentes a causa del
té y del cigarrillo, pieles tostadas y hermosas.
Acto seguido, té acompañado de una sesión de hookak o shisha;
una delicia de tabaco con sabor a frutas, en un café del mercado popular, como
para darle méritos a mi ya bien bohemia vida; asimilación de la cultura con sus
sabores y sus olores. Ésa misma tarde pudimos coordinar el viaje a Dahab, que
ya les contaré, no se impacienten. Y hasta ahí todo seguía respondiendo a mis
expectativas creadas, a la mirada del turista desprevenido.
Julio 7, visita a la pirámide escalonada de Saqqara y Giza,
ambas a 30 kilómetros de El Cairo, ubicadas en la ciudad de Menfis, ribera
occidental del Nilo. Mis ojos no daban crédito a tan conservados monumentos;
tumbas y centros de culto faraónicos.
Ése mismo día tuvimos la oportunidad de visitar, adyacente a la pirámide de Keops, el museo de la barca, construido en donde se dice se encontró la barca funeraria del faraón Keops; muestra de la ciencia sólida y milenaria de esta cultura.
En la noche, un corto viaje en bote por el Nilo, amenizado
por hermosa música y danza árabe, ejecutada por locales y forasteros, incluido
yo, -imposible quedarse sentado y quieto, siendo latino, con aquella
efervescente música, en un majestuoso río, lleno de historias y pasiones, Nefertiti,
Nefertari, Tutankamon y todas sus parentelas y sus pasiones- y, también
infestado de cocodrilos, y precisamente del famoso y más grande del mundo, el
cocodrilo del Nilo, y en la noche, como si fuera poco, esperando ver ojos sigilosos acechando presas humanas…, esto hace parte
de mi fobia por estos animales...¡zzzz! (Es de anotar que la
temperatura media de El Cairo en julio puede rondar los 35º, entonces, al final
del día te encontrabas hecho un girón, lleno de entusiasmo, pero con pocas
energías para ejecutar, -yo no fui la excepción, los días me dejaban exhausto-).
Julio 8, tempranito, pues El Cairo es una ciudad enorme, 9.5
millones de habitantes (Bogotá tiene alrededor de 8), con una movilidad
bastante lamentable que debíamos atravesar; sumado el clima húmedo y las inesperadas
tormentas de arena que son un fenómeno sorprendente y enceguecedor, -te llega
arena hasta el cerebro-; nuestro destino, esta vez, el Museo de El Cairo; pero
el entusiasmo del turista puede más.
Alucinante, más color ocre, este fue el color característico
de todo el viaje; historia, monumentos, esfinges, gatos, y serpientes –como
para recordarme que Cleopatra las tenía como sus mejores aliadas cuando de
alianzas rotas o no provechosas se trataba- culto a la otra vida, a la vida más
allá de la vida, devoción a los muertos, sobre todo a los poderosos; pues al
parecer los pobres no tenían vida eterna en el antiguo Egipto. Imponente museo,
reproducción de tumbas, sarcófagos, mausoleos, adornados con los tesoros de
todas las dinastías egipcias encontradas y no terminadas de encontrar. Una de
las cunas de la civilización, ante mis ojos incrédulos por tantos saqueos
perpetuados a tiempo y a destiempo por los franceses y los ingleses y, ¡qué decir
de los gringos! Abrumado de tanto tesoro, de tanto información… me sentí en
medio de la filmación de La Momia. Tiempo para volver los ojos al mundo real, así
que, después de un nutritivo shawarma, nos dirigirnos a la Citadela de El Cairo.
Esta citadela es una fortaleza islámica medieval situada en
el centro de la ciudad, en la colina de Mokattan. Vinieron a mí los
cuentos de “Simbad” el marino, las historias de “Aladino” o de “Alí Babá y los
cuarenta ladrones”; allí me pareció haber visto a los filósofos árabes Avicenas
y Averroes en sus eternas disquisiciones filosóficas. Esta fortaleza me dejó
ver el poderío de que fue capaz esta cultura, remembranza de su apogeo, apogeo
que estuvo a punto de recuperar siendo la cuna de la primavera árabe en la
década del 2010.
Alejandría, ciudad de
Alejandro, el Magno
El mismo día 8, en la noche, nos dirigimos en tren y por 2
1/2 horas a la eterna Alejandría. Me sentí viajando en el expreso de Oriente,
sin asesino y sin muerto, me pareció ver a Agatha Christie, en clase
económica, con mucho té, clases sociales, más té, más olores, no tan sabrosos
como los tés de frutas, olores más humanos. Mi sueño, visitar allí, a la mamá de las bibliotecas,
la biblioteca de Alejandría. Antes un breve descanso en el Kaoud Sporting Hotel, mucho
nombre para una posada, pero descansé. Luego, caminata por el puente Stanley y
la imponente costanera. Alejandría es una de ésas ciudades que se dice le ha
ganado la carrera al mar, -bueno, con el calentamiento global y la consecuente
subida del nivel del mismo, eso está por verse-. Acto seguido, visita a la
fortaleza a la citadela de Qaitbay donde estuviera ubicado el famoso Faro de
Alejandría, del que se dice fue la estructura arquitectónica más alta e imponente
construida hacia el 245 a.C.
Después vino mi sueño esperado, descendí por unos escalones
que me llevaron a la biblioteca de Alejandría, di gracias a Ptolomeo y su
esposa Arsínoe por haber sido sus mecenas; pero también renegué de
Julio César o de quienes la destruyeron en el 47 a.C., -parece que
tuvo mucho que ver el tema de faldas entre Cleopatra y Marco Antonio-. Disfruté
cada paso, sentí cada línea de la historia, bebí jeroglíficos, me perdí en
criptogramas, -para mi ignorancia, el árabe y las lenguas antiguas no son más
que eso-. Fantástica versión moderna de la que fuera la biblioteca más grande
de la humanidad, nostalgia por todo el conocimiento perdido, sepultado en las arenas
del mar. Salí grande, victorioso, como El Cairo, con espíritu henchido, con
ganas de saber más. ¡Volví a nacer en Alejandría! Recordé a mi poeta favorito,
Konstantin Kavafis, nacido allí; a otros famosos que se me antojaron conocidos,
el cantante Demis Roussos; el exnovio de Lady Di, Mohamed Al Fayed y el famoso
actor Omar Shariff. ¡Ufff...! De nuevo, en tren rumbo a El Cairo, entre olores,
tés, galletas y rostros sonrientes.
Dahab, Mar Rojo y
hippie
Ésa misma noche del 8, salida en bus por 12 largas y
escabrosas horas hacia el Sinaí. El lugar de destino sería Dahab, pequeña
ciudad anclada al sureste de la península del Sinaí. Y digo escabrosas porque esta
vez más de diez atalayas detuvieron nuestra marcha, los guardias, con miradas nada amigables, nos hicieron bajar del bus, abrir nuestras maletas y
pedir una y otra vez nuestros pasaportes…, al final, muy al final del viaje
comprendimos que van en busca de trabajadores ilegales y de contrabando; -no se
puede olvidar que esta frontera que comparte Egipto, Israel y Jordania no
mantiene relaciones muy cordiales, nada que decir de las relaciones entre sus
vecinos Israel y Líbano.
Merecido descanso en un hostal, en la rivera del Mar
Rojo, magnánimo y viejo, me trajo a la mente las historias de Moisés cruzando
por entre su medio con el pueblo semita; las historias épicas del antiguo
testamento que tuvieron como escenario a Egipto, sus mares y desiertos, me
sentí peregrino, ermitaño y hasta faquir; pero sobre todo con un hambre tenaz
que me tumbó de mi pedestal de anacoreta; el cansancio, después de tan largo y
tenso viajo me dejó con ganas de comerme hasta un camello. Después, una rica
comida en el más bohemio de los restaurantes, entre tules, divanes y butacas,
entre hippies de todo el mundo y mochileros de todos los confines y más shisha
y té. Es que este paradero es famoso por las facilidades que ofrece para el buceo.
Como Moisés y la zarza
ardiente
A eso de las 11:00 p.m. del día 9, nos recogería el bus para
llevarnos al punto de partida del ascenso al Monte Sinaí. Verán ustedes, una
vez el bus nos dejó en medio del desierto, -éramos muchos turistas de todo el
mundo, Juan Carlos no me acompañaría esta vez-, debíamos estar pegados al guía
local asignado, a él lo seguíamos casi a tientas, pues la oscuridad y la
inmensidad enfrente, nos obligaban a no perderlo de vista. Entre las instrucciones
que habíamos recibido con antelación estaba la de llevar ropa cómoda, buena
hidratación, linterna, gorra, zapatos resistentes y sólo un morral,
pero nada más. Empezó el ascenso, parecíamos polluelos en hilera tras la mamá
gallina, solo que esta vez y no obstante las linternas, era la voz del guía la que marcaba
cada paso; -es que la oscuridad en el desierto en más oscura, la noche más
profunda y la adrenalina más potente-. Caminamos por 3 1/2 horas y, se sentía
pesado el aire; arribamos a lo que nos pareció la cima de la montaña a las 5:20
a.m., todavía muy oscuro, con la instrucción insistente de encontrar de
inmediato un lugar dónde sentarnos.
De pronto, empieza la zarza a arder o lo que es lo mismo, la revelación solar más espectacular de que haya sido testigo; todos los tonos y matices; rojo, naranja, amarillo. Tus ojos no responden, es como si se hubieran quedado prendados de oscuridad, te resistes, espabilas y vuelves a intentar, estás alucinando. Moisés y todos los demás patriarcas se presentan de veras, quedas anonadado, euforia colectiva, no se pronuncia palabra alguna, sólo se mira, se respira, -y uno que otro se desmaya al encontrarse a punto del precipicio que se avista de pronto a tu alrededor-. Luego, como superando el paroxismo, una voz descolocada detrás de un megáfono anuncia el descenso, esta vez no logras reconocer cara alguna, todos fueron sombras, realmente nunca los viste.
De pronto, empieza la zarza a arder o lo que es lo mismo, la revelación solar más espectacular de que haya sido testigo; todos los tonos y matices; rojo, naranja, amarillo. Tus ojos no responden, es como si se hubieran quedado prendados de oscuridad, te resistes, espabilas y vuelves a intentar, estás alucinando. Moisés y todos los demás patriarcas se presentan de veras, quedas anonadado, euforia colectiva, no se pronuncia palabra alguna, sólo se mira, se respira, -y uno que otro se desmaya al encontrarse a punto del precipicio que se avista de pronto a tu alrededor-. Luego, como superando el paroxismo, una voz descolocada detrás de un megáfono anuncia el descenso, esta vez no logras reconocer cara alguna, todos fueron sombras, realmente nunca los viste.
Cuando digo que este fue un viaje alucinante para mí, no
exagero, y es que sentirse perdido en medio del desierto no es poca cosa,
durante el descenso; yo no puedo entender dónde se metió tanta gente como venía
conmigo, no logro dilucidar, como fue que tomé el camino incorrecto o mejor
dicho, cómo fue que no logré salir a tiempo de mi paroxismo, ¡lo más probable! Me llené de
pánico, respiré con dificultad, volví a respirar, traté de calmarme, de
entender aquella roca histórica, árida, frágil, -te parece que pronto va a
quebrarse con tu peso-, corrí, con la adrenalina a mil, sentí irme al abismo, a
uno de tantos; conservé la calma, pero la gente había desaparecido. Seguí
caminando por tiempo no definido... finalmente vi rostros humanos, hablaban lenguas incomprensibles para
mí, pero hablaban, así que como pude les pregunté si estaba en el camino
correcto hacia el monasterio de Santa Catalina, que sería el lugar de
encuentro, -como pudieron, me pareció que eran beduinos-, me indicaron seguir
la dirección que traía. Adelante vi rostros más europeos, me
tranquilicé, me volvió el alma al cuerpo, encontré a los que al parecer hacían parte
del grupo. A lo mejor fue una revelación de mi vida tan perdida… jajaja, ¡en el
monte Sinaí me perdí y me volví a encontrar! figura de mi búsqueda infinita de
la verdad, de la felicidad. ¡Viaje alucinante!.
Ése mismo día deshicimos nuestro camino hacia El Cairo, para
salir al día siguiente a Tel Aviv, no hubo más tiempo sino para un
merecido descanso, empacar y salir temprano al aeropuerto, en donde ya en sala
de espera, alcancé a escuchar en un inglés arabesco, que el vuelo tenía que ser
cancelado a causa de la guerra entre Israel y el Líbano, el espacio aéreo había
sido cerrado. Otra vez la sensación de pánico, de incertidumbre, así que
procedo a usar mi llamada de rigor; Juan Carlos al otro lado del teléfono me
indica que regrese a su apartamento para ver qué podemos hacer. Allí, buscamos
una oficina de la agencia de viajes correspondiente y procedemos a hacer la
diligencia del cambio del vuelo con otra ruta, otros costos adicionales y
otras discusiones en un inglés incomprensible. Finalmente logramos que otra aerolínea, con un pago adicional, me llevara por la mitad de África.
No tuve más remedio que aceptar, ¿qué podía hacer? Al día
siguiente me dispuse a vivir otra aventura, un viaje interminable a Tel
Aviv a donde llegue a las 3 a.m.; cansado, medio aturdido por tanta adrenalina,
ansiando una cómoda cama y dormir. Tomo un taxi en el aeropuerto; 120
dólares hasta Jerusalén, carísimo, -se siente más costoso cuando estás al final
de tus vacaciones-, me deja a las afueras de Jerusalén aduciendo que no le
permiten entrar a la ciudad, me obliga a salir del taxi, me habla sólo en
Hebreo; aterrado dejo el taxi y me encuentro en medio de la oscuridad, y ahora con
un muro de frente, de nuevo perdido; recurro con pánico a unos soldados
y les pregunto cómo llegar a Jerusalén; llaman a alguien parece ser otro
taxista; me paralizo al pensar que puede engañarme igual que su anterior; gracias
a Dios, este si me dejó en la puerta de mi destino y, descanso. No podía creer
esta odisea, no podía dar crédito a esta estafa en la ciudad de Dios;
corroboré, entonces que el ser humano no tiene límites, o más bien, que es
capaz de todo, lo bueno y lo malo. Dormí, me distencioné y en dos días retorné
a Colombia con mi mochila llena de aventuras y muchas historias que contar.
Super lindo e interesante cultuta mi amigo..
ResponderEliminarMi querida Carmen, sí, es verdaderamente una cultura muy interesante y, sobre todo milenaria, de la cual tenemos muchas cosas que aprender.
EliminarPrimo, sinceras felicitaciones por tus logros, muy interesantes. María Lady Hurtado.
ResponderEliminarMaría Lady, gracias por leerme y estar pendiente. Un abrazo.
EliminarExcelente artículo. Muy ilustrativo. Felicitaciones. Ramiro Prato.
ResponderEliminarEstimado Ramiro, mil gracias, ya nos pondremos de acuerdo para publicar tu colaboración.
EliminarLe voy a ser sincera, no he leído aún su anterior post, pero su viaje a Egipto... que belleza. Gracias amigo, fue tan descriptivo, que me parece que estuve allí. Gracias amigo... tiene madera de escritor. Un abrazo, se cuida. Aracelly Tovar.
ResponderEliminarEpa Ara, qué bonito mensaje, lo valoro en toda su dimensión, un abrazo.
EliminarLuis, conocer tus experiencias también nos enriquece a nosotros como lectores. Excelente narrativa con descripciones geniales.
ResponderEliminarMaría Isabel, gracias por seguirme y leerme, definitivamente viajar es una de las mejores escuelas, le da visión y perspectiva a la vida.
EliminarLos inconvenientes de viajes nunca faltan y es parte del equipaje, estar preparado pero con optimismo. Me parece volver a las andadas de Egipto que amo y de la cultura àrabe que me apasiona. Desearia volver a estar en el mercado de Khan Khalili para fumar la shisha, tomar el te y dejarnos embriagar del olor de especies! Gracias Luis por recordarme que debo volver!!!
ResponderEliminarJuan, gracias a ti por haberme facilitado las cosas; hacer turismo siempre es mejor cuando tienes al lado personas que conocen más, que saben de los intringulis propios de las culturas. Gracias por todo. Claro que hay que volver.
EliminarExcelente post, es una experiencia que todos deberíamos poder vivir.
ResponderEliminarGracias Alejo, claro que sí, viajar es la escuela más completa para la vida.
EliminarFascinante tu narración, me traslade a cada sitio como si estuviera viviendo contigo esta extraordinaria experiencia de vida, me senti como leyendo un libro de Julio Verne y paseo sin anecdotas no es paseo hay que sacar lo mejor de todo lo que nos pasa y la mejor vivencia es el conocimiento de lugares desconocido y culturas nuevas, gracias por deleitarme con tus escritos.
ResponderEliminarMuy bueno Deisy que la hayas disfrutado, esa es la idea, divertirse leyendo un pedazo de vida compartido. Sigamos conectados. Gracias de nuevo.
EliminarLuis Fermando, muchas gracias por este recorrido interesante que cómo siempre realizas aplicando tu esquisita capacidad para escribir textos narrativos, con un hermoso toque de realismo y magia.
ResponderEliminarCuánto me alegra Ernestina que hayas disfrutado y aprendido algo leyendo este post. Lo hago con mucho cariño y, sobre todo pensando en poder contribuir en algo a las personas que me siguen y me leen. Gracias por ser tan fiel seguidora.
EliminarLindo viaje por culturas milenarias. Darío Castro.
ResponderEliminarGracias Darío por leer el post; sí, Egipto es maravilloso, vale la pena visitarlo.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarAl principio extrañé su estilo por las formas verbales. Al final ya como me estoy acostumbrando a viajar tras-sus palabras. Maravilloso. Percibí su pánico al desviarse de la-ruta y luego por el sinvergüenza de taxista, además de imaginarme ese cansancio con semejantes jornadas y ese clima.
ResponderEliminarPero QUÉ FOTOGRAFIAS TAN BIEN TOMADAS y claro supongo la calidad de la cámara. Luz Stella Muñoz.
Gracias, Sra. Stella, no sabe la alegría que me da saber que puede disfrutar un poco con mis letras. Aplauzos para usted también.
EliminarBuenos días. Por acá dándonos de nuevo un paseo por Egipto. Los filósofos: Avicenas y Averroes, no sé quiénes son����. Subida al monte Sinaí, que aventura! Jajajajaj. Una revelación de su vida tan perdida. Liliana Zamudio Amézquita.
ResponderEliminarMi estimada Liliana, sí, ese viaje fue toda una aventura. Aprendí mucho y, sobre todo conocí algo de esa cultura milenaria que siempre me ha parecido mágica y alucinante.
Eliminar