La tía grande
La tía grande
Cada vez que entre chanzas preguntaba a mi tía cómo podía ser posible aquella cantidad ingente de hijos, ―19 para ser exactos, y eso sin contar los tres de corta vida―, me respondía sonriendo: ―mi marido y yo aprovechábamos las propagandas―. Pero fueron tantos, tía, ―reponía yo, ―que el televisor se tuvo que haber estropeado―. Y las carcajadas se multiplicaban.
―A
ver, hagamos cuentas, ―le decía―.
Mi
tía Clemencia había sido prometida en matrimonio cuando apenas cumplía trece.
En aquel tiempo, las mujeres estaban destinadas a casarse, a vestir santos,
como comúnmente se decía de las mujeres que se quedaban solteras; o debían irse
de monjas. Mi tía siempre decía que ella
había preferido desvestir borrachos antes que solterona o monja, pero
que por fortuna le había tocado un mojigato que no se tomaba ni uno… Y las
risas nos distraían de las incipientes cuentas.
―Volvamos
a nuestros cálculos, tía, ―y retomaba el hilo―.
Si te casaron a los trece y tuviste veintidós hijos, eso no puede significar
otra cosa que te pasaste la vida entera preñada. Mi tía con su desparpajo, no demoraba en responder: ―tampoco mijo, ni que fuera una coneja.
―Y
el alborozo retumbaba en toda la casa y, seguramente en las casas vecinas―.
―¿Le
parecen pocos, tía? –Aseveraba yo, y
seguía―. Estuviste
embarazada 198 meses, es decir, 16 años y medio. Así las cosas, tu edad, más esos
meses, nos dan casi 30 años. ―Ah, interrumpía ella, ―pero
tampoco fue tanto, hubiera podido tener por lo menos 15 más, lo que no sé es si
mi marido Ezequiel hubiera aguantado. ―Y
la celebración continuaba a causa del inusitado apunte de mi tía.
―Y
seguía contando. ―Yo me imagino, tía que
entre nacimiento y nacimiento había algún espacio de tiempo mientras las cosas
se componían y los alientos se recuperaban―. ―Qué
va mijo, ―intervenía mi tía, nada, su tío nomás
terminaba la dieta ya estaba buscando lo que no se le había perdido. Me decía
que no había tiempo que perder y que la finca era demasiado grande y
necesitábamos trabajadores; y yo que quedaba encinta viendo los calzoncillos de
mi marido en el colgadero, ahí mismo quedaba preñada otra vez. Las carcajadas nos frustraban en nuestro conteo.
―A
ver mija, dónde está Aurorita, no, Ifigenia, no, esta Carlota, o Diamantina o Pilar o cualquiera, ―empezaba
como siempre a pasar lista. ―¿Qué es lo que pasa que no
veo movimiento en la cocina? ¿No les da pena con la visita que no se le ha
ofrecido nada? Vayan pues, muévanse. Al tanto, unas miraban a las otras y éstas
a las demás, para terminar con la cocina llena de primas dando órdenes,
revolviendo huevos, asando arepas de maíz, batiendo chocolate y disponiendo
platos y cubiertos en el comedor de doce puestos del primer piso de la casa
grande.
Observar este vaivén nos daba
una pausa para reponernos, mientras afluían otras ocurrencias y continuar la celebración, pues eso era cada visita a la casa de mi tía,
un verdadero festín.
Eso sí, en la casa grande
había que comer por turnos y hacer fila para reclamar los platos en la cocina,
volverlos a llevar al lavaplatos, pero nunca lavarlos, que ni se nos ocurriera
hacerlo…
Un sábado llamé a mi tía y
le pregunté si podía ir a comer a su casa con tres compañeros de la universidad
al domingo siguiente. Ella, sin pensarlo me respondió: ―pues
claro mijo, ―eso no se pregunta, tú y tus
compañeros son bienvenidos siempre que quieran venir―.
Cuál sería la sorpresa de mis compañeros, al ver aquel escuadrón. La mera
presentación y repetición de nombres que mis primos se encargaban de recitar con
sus singulares nombres de pila, más los nombres de sus hijos, dejaba a mis
compañeros en un mar de confusión. ―No
se preocupen, yo tampoco me los he podido memorizar, ―les
decía para tranquilizarlos―.
Nunca pude aprenderme los
nombres de todos mis primos y menos los de sus hijos, que empezaban a desfilar
en aquella casa, como si brotaran por el tejado: Aurorita María ya tenía dos,
y había que sumar al marido. Ifigenia del Carmen, por fortuna había decidido
quedarse solterona, a lo mejor cansada de tanto cuidar a sus hermanos y
sobrinos. Albertina de Jesús ya llevaba tres y decía que todavía no estaba
cerrada la fábrica. Carlota del Cristo había decidido ser maestra; afirmaba que
con sus estudiantes ya era más que suficiente. Carlos Ariel únicamente contaba uno,
más su mujer. Daniela del Socorro, socióloga de profesión, y más bien
revoltosa, decía que para la revolución los hijos eran un estorbo. Daniel Silvestre afirmaba
que uno era más que justo. Diamantina Celeste, la más alegre, había cerrado la
fábrica únicamente con cinco. Pilar Ernestina, una vez dejado el fracasado
convento renegaba de los hombres y de los hijos. Eusebia María decía que con ése
nombre tan feo, había repelido a los escasos hombres que se le habían acercado.
Yolanda del Mar, ya llevaba tres y de distintos padres, pues a su parecer, en
la variedad estaba el placer. Nubia Marina, había perdido la cuenta de los
abortos espontáneos y por tanto, había decidido no intentarlo otra vez. Ofelita
Serena, haciendo gala de su nombre se conservaba intacta y sin mácula. Liliana
Patricia ya contaba tres, pero una barriga prominente permitía contar cuatro. Gloria
Fabiola, por fortuna aportaba a la lista solo uno. Rocío del Campo agregaba dos
a la ya larga lista. Mientras que Lyda Yaneth, Abelarda Yineth y Cristina Lucía
apenas estaban planeando casarse.
¿Cómo tranquilizar a la
visita después de pasar tal revista? Nadie quería ser aturdido por tal
despliegue de fertilidad y bonanza, que sólo se veía en la casa de mi tía
grande, en la legendaria visita de los domingos.
Esa historia me recuerda a mi prima, con solo 34 años y ya tiene 8 hijos
ResponderEliminarQuerido-a lector-a, qué bueno saber que estas líneas te trajeron a la mente el recuerdo de tu prima fértil, que ya me la imagino con el doble de hijos. Un abrazo.
EliminarHermano mil gracias, como se nota que somos del mismo tiempo. Que machera ese tiempo y esas historias.
ResponderEliminarEstimado Gabriel, sin pretender decir que todo tiempo pasado fue mejor, lo cierto es que también fuimos felices.
EliminarEspectacular este relato..me imaginé todo . Lo recreė en mi mente y me divertí mucho... Felicitaciones
ResponderEliminarEstimado-a lector-a, qué bien que pudiste imaginarlo, recrearlo y, sobre todo divertirte. Felicitaciones a ti por permitírtelo.
EliminarGenial y muy allegado al entorno.. Me divertí muchísimo ..Un Domingo matinal con un buen Café...
ResponderEliminarMi Flavín, gracias por ser motor e incentivo en esta tarea de construir con letras.
EliminarTan pronto lo leí, sentí el vivo reflejo de la tía grande en mi mamá y sus 16 hijos...��♀️ Embarazada gran parte de su vida, cientos de voces por la casa, hermanos y hermanas de todos los tamaños y colores...jajajajaja.... me hiciste volver a mi infancia y recordar muchas cosas vividas. La única diferencia con tu relato, es que los nombres de.mis hermanos no son tan "elaborados" como los de tus primos aunque sí hay varias "Marías"...cuatro para ser exacta, entre ellas yo....Gracias LuisFer..."recordar es vivir". Un abrazo cariñoso. María Claudia Rojas.
ResponderEliminarQué bueno mi querida María Claudia que hayas rememorado tu propia historia, esa es precisamente la magia de la literatura y que bueno que el hechizo surtió su efecto.
EliminarMe encanta esa pintura����������me imagino cómo será el relato����������������
ResponderEliminarYa haré lo propio. Miriam Zuleta.
Amiga querida, verdad que si! Me encantó el aire de esa señora y su vestido.
EliminarEspectacular. Luz Alba Estupiñán.
ResponderEliminarGracias, prima querida. Un abrazo.
EliminarQue buen relato primo, así se vivía en tiempos aquellos, dónde se compartía con los demás y había abundancia , además las familia eran numerosas, la que más me dió risa fue la prima Ofelita serena, me recuerda a mi querida hermanita. Gloria Elsy Hurtado.
ResponderEliminarPrima querida, yo también pensé en Ofelita Serena o en horfelinatica como la llamo yo. Busqué por todos lados y ella fue una de las fuentes de inspiración.
EliminarEstá genial. Divertido y maravilloso de principio a fin" "Maravillosa la tía y la descendencia". Patricia Carnevali.
ResponderEliminarMi siempre querida y recordada Patricia, honor que me haces, precisamente tú que cuentas con una legendaria y macondiana estirpe.
EliminarMi Luisfer querido. Tantas conversaciones pendientes. Vamos a necesitar cien años y mas, hasta que al Coronel Aureliano Buendía su padre lo lleve a conocer el hielo. Te quiero mucho. Patricia Carnevali.
EliminarFabulosa historia. María Lady Hurtado.
ResponderEliminarGracias prima querida.
EliminarEsta genial!! Juan Pablo Castrillón.
ResponderEliminarGracias, Juanpa querido.
EliminarCon su escrito me recordó la historia de mis padres. Fueron 17 y yo el último. Mi hermanita mayor tiene 95 y estuvo al mando de todos nosotros. No se queja de nada. Ella dice: ¿de que me voy a morir? Vive en Manizales, tiene una hija de 70 que vive con ella. Mi hermano mayor tiene 94 y vive en Belalcázar Caldas. Yo tengo 70. Que historia tan especial la que ha escrito. Felicitaciones. Gilberto Zuleta.
ResponderEliminarMil gracias don Gilberto por su lectura y por sacar tiempo para comentar mi post. Qué bueno que rememoró a su familia y su estirpe.
EliminarFer acabe d leer tu escrito d la tía e hice un comentario pero nunca me aparecen ........ Decía.. creo q yo tendría esa cantidad d tíos si mi abuelito no lo hubiesen muerto tan jovencito.��Porque si cene a los 28 ya tenia 8 imagínate el ritmo q traían. Carolina Salamanca.
ResponderEliminarJajjaja. Así es. Para que el comentario quede fijo debes seguir el proceso hasta el final, responder que no eres un robot y eso. Gracias por tu lectura y por tus palabras.
EliminarMuy bueno este cuento. Su tono jocoso es muy agradable. Luz Stella Muñoz.
ResponderEliminarMi querida Luz Stella, mil gracias por tus comentarios y por tu tiempo para leer estos disparates. Un abrazo GRANDE.
EliminarFeliz domingo, amigo querido, y también para La tía grande. ¡Y qué grandezaaaa !
ResponderEliminarMe divertí mucho. Tú, como siempre, tan creativo... genial. Gracias por enriquecer mi mundo de "nombrar". O lo que llaman la onomástica. Palabra que casi sirve para una de las primas, jajaja. Gracias, Luis Fernando. Te felicito. Yolanda Corredor.
Gracias a ti, querida Yolanda por tu deferencia y tu ojo de águila para percibir detalles.
EliminarQue bonita familia. Liliana Hurtado.
ResponderEliminarJajaja, cualquier parecido con alguna de las nuestras es mera coincidencia o, mejor, una de ellas fue la fuente de inspiración.
EliminarGracias me gustó. Muy bueno. Padre Roberto Seguin.
ResponderEliminarGracias a ti por tu tiempo y tus palabras.
EliminarAmigo excelente narrativa, que remembranzas de aquella época, queda uno asombrado... 16 años preñada. Y uno solo cuenta 1 hijo y perruno además. Óscar Vélez.
ResponderEliminarÓscar querido, qué bueno saber que te alcanzaste a asombrar, jejeje, tanto para ver en tu perro a tu único hijo, jejeje.
EliminarUy, genial don Luis Fernando! Allan Averson.
ResponderEliminarGracias Allan.
EliminarUn excelente cuento, con todos los elementos propios del costumbrismo. Humor, personajes, retratos familiares con los cuales todos nos identificamos; y junto a la realidad, la ficción de un cuento narrado con gozo por el tema y justo lenguaje. Humberto Senegal.
ResponderEliminarHumberto, aprecio tus palabras y tu tiempo. Un abrazo.
EliminarQue historia tan linda gracias. Bendiciones mi muchacho. Luz Mila.
ResponderEliminarBendiciones en retorno, Luz Mila, la grande.
EliminarMuy hermosa historia, contada con ese sabor paisa y costumbrista, muy típico de Luis Fernando, felicitaciones amigo, me alegra mucho leerte.
ResponderEliminarGracias Ernestina querida por encontrar el tono y la propia voz del cuento y regalarte la posibilidad del disfrute. Un abrazo.
EliminarCasi no acabo, tratando de memorizar todos los nombres, asociándolos con los nuestros y los de los primos. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Fer, Como siempre los relatos deliciosos y agradables. Gran escrito. Un abrazo
ResponderEliminarPrima bella, me faltaron muchos nombres, Nubia Marina, Martha Lucía, por nombrar solo algunos... Ataulfo, como para recordar otro. Jajaja, así es, cualquier parecido con nuestra realidad familiar es mera coincidencia. Otro abrazo en retorno.
EliminarLuisfer una vez más, felicitaciones!!..... Escribes muy lindo: corto, expresivo y muy divertido... Me encanta!! María Iris Peña.
ResponderEliminarMi querida María Iris, gracias por tus palabras alentadoras para este oficio solitario. Qué bueno que te gustó.
EliminarJusto por estos días he estado estudiando sobre la gran diversidad de culturas que pueden existir en el mundo y cómo eran esas vivencias en otras épocas; tengo que confesar que tu cuento me transporta hasta esa época y me lleva a pensar en el dolor y sufrimiento de tu tía. Cómo es posible uno toda una vida en embarazo?. Olía al esposo y ya tenía huesitos en la panza, jijiiij que mujer mas fértil. Por otro lado, también me causa curiosidad cómo eran las navidades de esta gran familia, la mamá pensando a quién le van a dar regalitos?, y se puede llegar a amar a tantos hijos a la vez? ( -¡ yo amo a todos mis hijos por igual!, la frase típica de la mamá, en la practica sería así?)
ResponderEliminarLuisfer es un gusto poder leerte y mas cuando me pones a gastar neurona.
Querido lector-a, interesante tus expresiones: "olía al esposo y ya tenía huesitos en la panza" y "¿se puede llegar a amar a tantos hijos a la vez? Jejeje. Gracias por regalarte la oportunidad de dejarte impresionar. Un abrazo.
EliminarBuenas tardes Luis Fernando muy lindo su escrito, me hizo reír hasta ahora pude leerlo todo, mil gracias. Gladys Pulgarín.
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