Río de Janeiro, en mar de verde que deviene en cenizo

Río de Janeiro, en mar de verde que deviene en cenizo
Alguien podría preguntarse por qué Luis escribe después de pasados varios años de haber estado en los lugares o, simplemente preguntarse para qué escribe. La respuesta es simple, escribo para contar qué me dijeron los lugares, qué leí entre las líneas insertas en catedrales, museos, playas, hoteles, bares y restaurantes. Escribo para replicar los versos que encontré en edificios, bibliotecas y librerías o dibujados en los rostros y las sonrisas de los lugareños; mientras degustaba un café, un té, un chocolate o una ‘caipirinha’, de ésas que me embriagaron y me hicieron olvidar por un momento lo duro de la vida. O como bien lo expresara mi más reciente conocido escritor de Rio Grande do SulCaio Fernando Abreu: “escribo por incompatibilidad con la vida, escribo para reinventar, para organizar el caos, para no enloquecer, para rehacer…”. Para contar las aventuras que me permitieron vivir ésos lugares. Para resignificar las culturas y, recordarme a mí mismo que cumplí un sueño más. Para encontrar ésa estrecha relación entre los lugares y su literatura. Y en este caso particular, escribo porque como también solía afirmar la más brasilera de todas las escritoras, Clarice Lispector“el verano está instalado en mi corazón”; y Río es verano perenne. 


Y, esta vez escribo también como una voz que se levanta por Brasil y por Colombia, por Bolivia, Venezuela, Ecuador y Guyana y su Amazonía en llanto o más bien en llamas; y que me hace suspirar con el eterno Neruda: “Brasil augusto, cuánto amor quisiera/ para extenderme en tu regazo/ para envolverme en tus hojas gigantes/ en desarrollo vegetal/ en vivo detritus de esmeraldas...”.

¿Por qué hacerlo pasados unos años? Ernest Hemingway siempre se ha encargado de recordármelo: “nunca escribas sobre un lugar hasta que estés lejos de él”. Acaso para no comprometerme, o a lo mejor para verlo en perspectiva. Y, ¡qué susto escribir o hacer el intento de escribir crónica! Cronistas: Marco Polo, Cristóbal Colón, Alexander Von Humboldt, Simón Bolívar, José Celestino Mutis. Ésos sí que lo fueron. Pero bueno, digamos que haré un intento de crónica sobre un lugar lleno de pieles y soles, de contrastes, ritmo y cadencia, porque eso fue Río de Janeiro para mí.

Yendo, encontré en el panel de entretenimiento de la aeronave la famosa y pegajosa canción de Michel Teló, “Ai Se Eu Te Pego” (2011), como preámbulo a la diversión que me esperaba y a los ritmos que me habitarían por quince días, para clausurar el año 2013 y darle la bienvenida al 14, en compañía de mi siempre cómplice y compañero de viaje, Flavio Carnevali. Así que me dispuse a la diversión, abrí mi espíritu a ésa cultura, y, consciente de mi confesa ignorancia en literatura brasilera (mi conocimiento de sus autores no supera los dedos de mi mano derecha), me puse a leer. También, de paso sea dicho, para superar las horas y el miedo que me habita a las alturas.

Recordé a Jorge Amado, pues había tenido ocasión de ver en escena, “Doña Flor y sus dos maridos”, en cuerpo de los legendarios actores colombianos Amparo GrisalesCarlos Muñoz y Yuldor Guriérrez. Y es que Brasil y Río son eso: deleite de los sentidos, fiesta brava y carnaval imparable, artes culinarias siempre en estrecha relación con su erotismo, pero también lucha sin tregua. Y otra vez  Lispector me recordó que soy radical: “mi problema es que nunca fui (soy) de gustar más o menos; o gusto mucho o no gusto”, y Río me gustó mucho, Río fue de excesos, sobre todo de muchas caipirihnas y sol y buena comida, y rostros parlantes y otras cositas.

Mi blancura quería playa
Escasamente le di tiempo a mi cuerpo de reponerse del viaje, pero ya entre mis sábanas añoraba estar tendido en Copacabana y gozar de sus más de 4 km de la que es llamada en justicia, “A princesinha do mar". Por fortuna a unos metros del hotel, se presentaba imponente con su sol abrasador y sus explayados bañistas. Llamó mi atención encontrar, de principio a fin, arte por todos lados: escultores de arena, retratistas, artesanos y toda clase de vendedores que seducían mis oídos con esa dulce y melosa cadencia del portugués de Brasil por contraposición al de Portugal que encuentro soso. Y ellos me hablaron de ésa búsqueda imparable por un lugar para ser y habitar, en una tierra que fue hecha para todos.

Había tenido un año difícil, cargado de trabajo y lleno de preocupaciones, así que bajo una sombrilla me dispuse a aliarme con Baco y, probé y probé: caipirinha de maracuyá, de mango, un tropicalísimo ceviche, otra caipirihna de mandarina y otro antojito, y volví a repetir. ¡Qué deleite! ¡Cómo se ve mejor la vida en la playa y con algunos grados de alcohol en el torrente sanguíneo! Una zambullida en las encrespadas aguas del Atlántico y un crepúsculo arrebatador para rematar el día. ¡Liviandad ganándole la carrera a mi desespero existencial!
 
Camino al andar, centro histórico de Río
Siempre he afirmado que no hay otra forma más contundente de conocer un pueblo y su cultura que caminando sus calles y tomando su transporte público; no lo digo yo, lo insinuó primero Neruda: “"salir a los barrios, oler tu extraño rito, descender a tus centros circulatorios, a tu corazón generoso".  Así que al día siguiente, antes de que el inclemente sol nos acosara, nos dispusimos a hacer un recorrido a pie por el centro histórico de Río, por su catedral, Nossa Senhora do Carmo da Antiga Sé, por el teatro municipal, el barrio Santa Teresa. Por ése Río antiguo lleno de mansiones y sitios emblemáticos: el convento que lleva el mismo nombre, la escalera de  Selarón, que tomó el apellido del artista plástico chileno Jorge Selarón, quien la cubriera de coloridas lozas en señal de gratitud por la amabilidad carioca y, que culmina en el ya mencionado convento de las Carmelitas Descalzas, que con su historia fundante y singular de las hermanas ricas, Jacinta y Francisca Rodrigues, me dijo que el dinero no lo es todo en esta vida, para tranquilidad de mi propia escasez.

Los Arcos de Lapa, símbolo del acueducto que facilitó el abastecimiento de agua en ésa área de la ciudad, revelaron el esplendor del Río de principios del siglo XX, pero también se convirtieron en testigos de una decadencia superada y vuelta a vivir por estos días. Contradicción de un agua que abunda y escasea en la fábrica de agua del planeta.

Ya cansados los pies de tantos pasos y los estómagos vacíos, nos topamos con la Confitería Colombo, que como una epifanía apareció  de pronto; y no pudimos ceder a la tentación: aquél olor a café arábigo y los visibles antojos de harina, azúcar, mantequilla, glaseados y frutas, le devolvieron al espíritu el vigor que produce la dicha y la saciedad. 


Nuestro recorrido terminaría con una sosegada visita a la plaza Quince de Noviembre y su Palacio Imperial, su Palacio Tiradentes y los monumentos históricos: la fuente del escultor y urbanista Valentim da Fonseca e Silva; las estatuas ecuestres de Juan VI, rey de Portugal; del general Manuel Luis Osorio, héroe de la guerra de  la Triple Alianza; y la estatua del Almirante Negro, de ése Joao Cándido, quien fuera el líder de la Revuelta de los Latigazos.

Y otra vez a la playa, esta vez a la de Ipanema, que trajo a mi furtivo recuerdo, los versos melosos Nerudianos: "Oh belleza, / oh ciudadela / de piel fosforescente, / granada / de carne azul, oh diosa / tatuada en sucesivas / olas de ágata negra… 

Al Cristo Redentor, monte Corcovado
Uno de los recorridos que más ilusión nos hacía era la visita al monte Corcovado y su Cristo Redentor, que se ha convertido para la humanidad en uno de los símbolos de fe y audacia, del pueblo de Río y de todo Brasil. Éste se encuentra coronando el mencionado monte a 711 msnm y fue erigido en 1931. A él llegamos atravesando el Parque Nacional de la Tijuca, declarado reserva de la biósfera por la Unesco. Así que con más pasión que con fervor, ésa que brota del alma ante una de las maravillas del mundo moderno y que expresa la genialidad humana y eleva los ojos al cielo, y claro está, también para dejarse embriagar, otra vez dije embriagar, por aquellas magníficas vistas de 360°, lo coronamos con alborozo en el alma.

Al momento pasaron por mi mente todos mis seres queridos, o por lo menos los que logró mi selectiva mente traer al momento, como se hace cada vez que las circunstancias te mueven, cada vez que fruto de la fe o de la euforia o de la esperanza, amas a todos. Más liviandad para el alma, más regocijo para el espíritu, más ganas de seguir viviendo para disfrutar de las maravillas creadas y por crear.  

Al cerro Pan de Azúcar
Río es una ciudad vigilada por cerros, literalmente. Ya la naturaleza exuberante o los brazos armados acechan para amar o atacar. La verdad no viví ningún inconveniente en Río; quizás iba cargado por mucha literatura leída o vista, por toda la historia oscura de las favelas, pero no me dejé influenciar. Dejé que mis pies recorrieran ahora el cerro Pan de Azúcar y sus 1401 m., o más bien, dejé que un teleférico panorámico y bastante grande para mi gusto, pusiera mis nervios a prueba. Gocé del verde y del azul profundo que domina a la bahía de Guanabara, desde aquellas alturas, aunque 396 m no es que sea tanto; divisé a lo lejos la urbe que obnubila y enceguece. Me deleité en el dulzor del azúcar y la acompañé con más café y más diversión y me olvidé de mis luchas, de la lucha de tantos, de las favelas.


Otro tour más distendido
Aunque el fútbol no está contado entre mis aficiones, debo decir que Brasil y Río huelen a balón pie, se juega en sus calles y en sus playas y también en sus estadios; así que para llenar nuestros días de vacaciones, y ya que Flavio sí es su aficionado, nos acercamos hasta el estadio Maracaná, uno de los más importantes del mundo y que recibe el nombre de un pájaro que vivía en el barrio donde está localizado. Dicen las guías turísticas, que de hecho, fue el estadio más grande del planeta durante mucho tiempo y que albergó el Mundial de Fútbol de 1950 y 2014 y las Olimpíadas del 16. Imposible no pensar en el rey Pelé, en Roberto Carlos, y Zico, en Ronaldo y Ronaldihno; nombres que me dictó don Flavio.


Durante este recorrido no podía faltar la samba, ése ritmo que cimienta sus raíces en África, que logra su máxima expresión en el pueblo carioca y que despliega su majestuosidad durante el Carnaval de Río. ¡Qué ganas de ponerse a “sambear”! Pero ¡cómo con esta torpeza de pies! Así que nos tocó contentarnos solamente con visitar el Sambódromo y hacer el ridículo cuando uno de los dependientes nos fotografió detrás de una figura representativa del lugar y del evento; y luego, reír desencajadamente.
Terminamos nuestra caminada de ése día con una visita a la Catedral Metropolitana de São Sebastião, llamada así en honor al patrón de la ciudad. Su forma cónica recuerda las construcciones de la América precolombina.

“Verde que te quiero verde”, en el Jardín Botánico
Paseo imprescindible cuando se viaja con un profesor de biología y seducción para tus sentidos cuando en cada recorrido recibes, de primera mano, lecciones de botánica fascinantes.

El Jardín botánico de Río es uno de los principales del mundo y en sus 83 hectáreas de bosques y 54 de zonas cultivadas, se pueden apreciar más de 6000 especies de plantas, ya brasileñas y de otras partes. Fue fundado por el rey João VI de Portugal, y además te recrea la vista con lagos, parques, salas de exposiciones y su famosa galería de palmeras imperiales.
Para los amantes del tema, la visita al museo del medio ambiente, al museo arqueológico Casa Pilón y un buen café en la Plaza del Teatro harán de ésta, una visita memorable.

Reveillon, fiesta de fin de año en Copacabana



El mejor vino se deja para el final (yo siempre trayendo el vino a colación), por eso quise dejar para contarles sobre esta fiesta denominada Reveillón y en la que alrededor de 3 millones de cariocas y turistas participan cada año. Vestidos de blanco de pies a cabeza, como un grito de paz (en el futuro tendrá que ser de verde y como un lamento ecológico); y como inicio de la celebración de año nuevo y en un ambiente desvanecido de bossa nova y samba, todos dirigimos nuestros ojos al cielo, embrujados por los juegos pirotécnicos y las luces hechiceras, que 17 toneladas de pólvora provocaron, por cerca de 15 minutos. ¡El espectáculo de luces más hermoso que jamás habían visto mis ojos! Nos dejaría llenos de luz y de deseos de seguir celebrando el resto de la noche, mientras los afro-brasileros y  otros, ofrecían sus homenajes a Lemamjá, la diosa de las aguas. ¡Qué ganas de ponerse a bailar! ¡Qué deseos fervientes de unirse en un solo abrazo con cercanos y lejanos, entre amigos y desconocidos!

Río en representación de ése mar verde me movió en extremo, me sedujo por la calidad y cantidad de sus contrastes, de su riqueza y de su pobreza, de sus bellezas y magnitudes inabarcables, de su escasez y su abundancia. Río fue realismo mágico, mito, tabú, piel sensible, olas y viento incesante, rayos de sol penetrante y caipirihnas seductoras. Me uno a Río hoy y a su Caetano Veloso del alma y a los miles para decir: “¿cuánto vale el aire que tu respiras?” ¡No quemen la Amazonía, quemen más bien a los que la queman! No vaya a ser que ése mar de verde devenga en ceniza.



Comentarios

  1. Amigo, de Verdad que es ¡un lindo despertar! Qué crónica tan agradable. Y lo mejor, es sentirte tan feliz... no sé si cuando viviste tu viaje o ahora que lo tamizas con el recuerdo.
    Me uno a tu dolor por la Amazonía.
    Gracias. ��Yolanda Corredor.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegra, Yolanda, que hayas podido encontrarme entre ésas líneas, feliz, dichoso con mi nueva vida. Un abrazo grande.

      Eliminar
  2. Me sorprendió el jardín botánico, que grandioso!! Óscar Vélez

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es realmente hermoso, invita a recorrerlo, a olerlo, a sentirlo. Un abrazo amigo.

      Eliminar
  3. Gracias Luis por permitirme çompartir el deleite de la poesía en tu rica y literaria vivencia. Te cuento que me sumergí en ella, subsioné cada momento de tu relatoría. Que paseo tan maravilloso me diste, me sentí físicamente en el recorrido, en su verdor y dolor del hombre que termina con sus riquezas. Gracias, graciaaaaas y un abrazote. Guztavo Alzate.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gustavo, me encanta que lo hayas disfrutado, esa es la idea. Otro abrazo de vuelta.

      Eliminar
  4. Me hiciste dar ganas d playa, brisa y mar�������� Carolina Salamanca.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Qué bueno, Caro, hay que permitírselo, dale que vale la pena. Un abrazo.

      Eliminar
  5. Excelente tío. Nunca lo voy a dejar de decir "sos mi ejemplo a seguir" viajar es algo que disfruto con el alma y ya sé que es de sangre.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jejeje. Qué bueno Andresito que logres ver en el viajar un disfrutar infinito, una de las mejores escuelas y vida a borbotones. Un abrazo sobrino.

      Eliminar
  6. Gracias Luisfer por compartirme esta hermosa crónica, que muestra tu alegría en ese bello país y con grata compañía. Me hiciste recordar mi paso por ese pais tan lleno de razones para quererlo. Gracias amigo querido. María Teresa Correa.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Con todo gusto, María T. Recordar es volver a vivir un poco. Preservar los bellos momentos no tiene precio.

      Eliminar
  7. Que maravilla. Muy amena, bien escrita. apartes poéticos y seguí el viaje a través de sus palabras. Muuuuuuuuuuy bien concebida. Luz Stella Muñoz.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Toda mi admiración y respeto para Usted, Sra. Stella. Qué honor saberme leído y comentado por su merced. Un abrazo.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares