El elefante Duno y la hormiga Frana


El elefante Duno y la hormiga Frana

Él es Duno, un viejo elefante africano, de los más orejones en su especie. Experimentado en años y en vivencias. Sus pasos se sienten a la distancia, los caminos se remueven y las arenas se remecen. Sus más de 3 metros de altura y sus casi 6 toneladas de peso, hacen que se levanten las ya abandonadas plumas de sus vecinas, las avestruces.

Duno es gruñón. Sus compañeros de manada lo llaman "elefantón"; y se ha convertido en referente:
-Todos a callar, ahí viene elefantón. -Cambiemos de tema, a elefantón no le gustan los chistes. –Dijo uno de los jóvenes de la manada.
Eso sí, Duno es un responsable líder que va hasta las últimas consecuencias, además de muy abnegado y callado.

Un día, Duno pastaba sin cesar, siempre un poco alejado de sus otros congéneres machos, a quienes considera bullosos y charlatanes; sobre todo a los más jóvenes, quienes según él, no le permiten concentrarse en sus pensamientos e intrincadas disquisiciones, haciendo que le indigeste todo cuanto come. Por esto, le vale también el apelativo de "quisquillón".
Lleno el estómago, emprendió otra vez el camino, liderando a su manada, en busca de aguas. De repente Duno percibió incómodo en su oreja izquierda, un cosquilleo, como si algo le caminara dando círculos y tumbos, dentro de su canal auditivo. Alarmado, al instante emitió uno de sus característicos barritos, que repitió moviendo fuertemente su gran cabeza y su pequeña cola.
Todos pensaron que algo o alguien, había hecho enfadar al líder y se miraron de reojo y con risas pícaras.
Siguieron el camino los machos más jóvenes entre dichos y chanzas, que obviamente Duno prefería ignorar, apurando el paso. De nuevo sobrevino intempestivo el cosquilleo, esta vez más fuerte y con picor, que lo dejó parado en sus dos patas traseras y con su alocado movimiento de cabeza, al que siguió un barritar incesante, esta vez con la trompa muy cerca de su orejota izquierda.
A esta altura adivinada Duno que se trataría de un alimaña o quien sabe qué insecto que se había alojado en su oído.
Desesperado gritó:
-¿Quién anda ahí, maldita sea? Sea valiente y deje ver su cara.
Una odiosa y socarrona sonrisita se filtró en su cabeza, haciendo eco para mayor enfado.
-Identifíquese, he dicho...
En tan sólo unos segundos la sonrisita odiosa se transformó en mofa:
-Soy Fraaaaaana, la pequeña hormiguiiiiiita, Frana.
Lo que enfureció aún más a Duno, quien exclamó:
-Maldita seas diminuta y entrometida alimaña, ya verás cómo de un solo soplo te mando al carajo.
-Tú verás si te quedas más sordo de lo que ya eres, "elefantón", "gruñón" y "quisquillón". Le respondió la insolente hormiguilla, dejando al aire su habitual sonrisita.
-Ya lo verás, bendito bicho.
Al instante todos los machos dejaron escapar una estruendosa carcajada.
-Ahora sí se enloqueció don Duno, -dijo Bernardo, el más joven de la manada. Ahora habla solo y se enfada consigo mismo.
Y todos estuvieron a punto de reventar de la risa. Entre tanto Duno les lanzó una mordaz mirada ante la cual callaron.
-¿Qué es lo que quieres desvergonzada? Inquirió el elefante a la hormiga.
-Verá usted, don Fruno…
-Frunno no, mi nombre es Duno.
-Perdón don Duno. Me encuentro sobre manera fatigada y voy en la misma dirección que ustedes; por eso me subí a descansar un poco a la sombra de una gran hoja y cuando escuché del destino que llevan, decidí alojarme, aprovechando la seguridad y buen cobijo que me ofrecen sus grandes orejas.
-¿Y no se da cuenta cuánta molestia causa usted? Le increpó Duno.
– ¿Cómo puede ser esto posible, siendo yo una diminuta hormiga y usted un enorme elefante? -Respondió Frana.
-¿No sabías que mis oídos son muy sensibles y que cualquier incomodidad me perturba sobre manera?
-Perdonará usted su repelencia,  prometo no molestarlo más, por eso le propongo un trato: Como sé que gusta de largas disquisiciones y argumentos sin fin, déjeme ir alojada debajo de su oreja, y a  cambio le contaré bellas historias acaecidas en las colonias donde he vivido y las mil y una peripecias que han enriquecido mi vida, pues ésa es mi misión en esta vida: contar historias y dialogar con todos.
A Duno, no le pareció descabellada la idea de Frana.
-Pero que sea debajo de mi oreja y no dentro de ella.
-Lo que aceptó gustosa Frana.
Desde entonces todos vieron reír y llorar a Duno, sentimientos que seguro tenía bien escondidos, pero que no manifestaba. Y caminaron y caminaron.
Bernardo, el más joven, dijo a todos:
-Vieron muchachos, nunca es tarde para cambiar, aun lo más pequeño y en apariencia insignificante puede transformarnos la vida, solo hace falta estar dispuestos, por eso muchachos, -reiteró, no esperen grandes acontecimientos para cambiar y valorar el camino que queda por recorrer. Lo mejor está por venir.
Desde entonces Duno y Frana se hicieron grandes amigos y hablaron sin fin.

Comentarios

  1. Sencilla pero significativa.. que bien. Un abrazo

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  2. Muy agradable la fábula. Lindos personajes.
    Muchas gracias. �� Yolanda Corredor.

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  3. Buenas tardes Luis Fernando gracias como siempre por su hermoso escrito.dejando siempre una enseñanza que nunca es tarde para cambiar. . gracias Dios lo bendiga cuídese mucho. Gladys Pulgarín

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    1. Gracias a ti, Gladys por tomarte el tiempo de leerlo. Cuídese usted también.

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  4. Muy buena la historia. María Cristina Estupiñán.

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  5. Muy bonito. Belia Celeny Gutiérrez

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  6. Gracias por compartir esta hermosura. Diana Chavez

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  7. Que relato tan apropiado en este tiempo, en dónde las personas , no tienen tolerancia y todo les choca , muy bueno para reflexionar y ver la vida de otra manera. Un abrazo primo y muy chevere. Gloria Hurtado.

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    1. Gracias prima por tomarte el tiempo de leerlo e interpretarlo. Un abrazo.

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  8. Que lindo mi amigo , toda incomodidad inicial puede convertirse en una oportunidad .... Felicidades. Luis Edo. Madrigal.

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