Don Juan de J. G.


Don Juan de J. G.

De mediana estatura, piel trigueña y a sus cincuenta y tanto largos, Don Juan de Jota Gutiérrez, Don Juan de J. G, -el ‘Don’ hacía parte de su nombre-, se constituyó para mí y para muchos de los niños de mi generación en el barrio las flores, -en honor a los rosales que crecían incesantes en los antejardines de las casas del barrio-, en el modelo de líder que siempre quise ser y, que quizás todavía no he logrado.

-Buenas tardes don Gilberto y doña Meldita, ¿cómo va todo en sus bellas vidas?
–Eran las palabras que comúnmente usaba como saludo don Juan, cuando se dirigía a mi casa y a la de tantos niños para pedir algún permiso; como tratando de romper el hielo y limar las tentativas de negativa que se vislumbraban en las caras de mis padres, reticentes casi que, por naturaleza, a dejar salir sus niños hasta altas horas de la noche. Para ellos las nueve p.m. eran altas horas de la noche. -Me imagino que pensaban más en la tragedia que constituía la ardua tarea de levantarnos para ir a la escuela cada mañana, con o sin trasnocho y el bochornoso acto de hacernos entrar a casa con amenazas, para quienes como yo y mis hermanos nos quedamos atenazados en los mil y un juegos que inventábamos, inspirados en la interminable creatividad y paciencia de Don Juan de J. G.

-Quisiera pedirles permiso para que permitan salir a sus niños a participar de una noche de juegos y competencias con los demás niños de la cuadra; hasta las nueve de la noche, yo me comprometo a enviarlos diez minutos antes para que no se trasnochen;
-Decía con voz convincente, ablandando la mirada escéptica de mi padre, quien a su vez lanzaba una miraba delegataria a mi madre.
Al final era ella quien ponía las condiciones y daba una afirmativa.

Al fondo se alcanzaban a escuchar gritos de placer de quienes detrás de una puerta husmeábamos ansiosos por salir a jugar, convencidos siempre de la capacidad de convencimiento de Don Juan.

-Antes de salir todos deben dejar sus maletas de escuela listas y todos los útiles recogidos.
-Jhon, ¿ya terminaste la tarea?
-Jairo, ¿ya terminó de cenar?
-Aida, ¿ya recogió la ropa y dejó listo el uniforme? –Preguntaba mi madre.
Así que todos los que no habían terminado sus tareas se apuraban, nunca se había visto a leguas, niños tan hacendosos como cuando de salir a jugar y a competir se trataba. Nos esperaban horas de diversión y adrenalina pura, dirigidos por Don Juan de J. G. y una de sus hijas mayores, que pasaban como segundos.

El lugar de encuentro era siempre la casa de Don Juan, allí llegábamos todos, en un número no inferior a 60 o quizás más niños y niñas, la memoria me falla o todavía no sabía contar bien, -era de los más pequeños y bastante frágil por mi exacerbada flacura; pero siempre nos enumerábamos para saber qué tipo de juegos serían los adecuados y cómo se dividirían los equipos. Las niñas a un lado y los niños a otro.

Primero jugábamos por separado y luego nos juntábamos. Las niñas dedicaban más tiempo a hacer rondas:
-“Juguemos en el bosque mientras el lobo está…”.
-“Arroz con leche me quiero casar…”.
-“Tengo una muñeca vestida de azul…”.
-“Muy buen día, su señoría. Mantantiru-Liru-Lá! ¿Qué quería su señoría? Mantantiru-Liru-Lá!”…

Otras veces se dedicaban a jugar en parejas, tríos o cuartetos, mientras cantaban complicadas canciones que seguían a ritmo acelerado con las palmas, casi imperceptibles para los niños, quienes, la verdad no manifestábamos paciencia para aprender aquellas rápidas canciones y sobre todo esos rápidos ritmos marcados con cruces complicados de manos.
Ya fuera, -“en la calle 24” en donde se había cometido un asesinato, -vaya letras para infantas-; o ya, -“A lo loco-co, a lo loco-co, una vieja se ha caído de una moto-to…, no hacían más que producirme risa. ¡Qué decir de: - “Don Federico, quien perdió su cartera, para casarse con una costurera, quien a su vez perdió su dedal,
para casarse con un general¡ Y así en una retahíla interminable de rimas, dedos que se cruzaban, manos que sonaban y sonrisas dibujadas. Ahora tengo que decir que hacía falta tener un don especial para tales malabares digitales.

Los niños jugábamos carreras de encostalados, en donde siempre hacían su presencia las lágrimas de cocodrilo que abundantes y breves surcaban el rostro de alguno de los chicos ante la caída o golpe seguro, que don Juan de J. enjugaba con devoción:
-Eso no es nada mijo, párese que no le pasó nada. Y como por arte de magia la diversión continuaba.

Otro de los juegos preferidos: “Guerra”. El grupo dividido en dos bandos, mientras que uno de ellos, por suerte, era el encargado de atrapar a todos los individuos del bando contendor y llevarlos a un fuerte, del que también podían ser liberados por los miembros más intrépidos de su propio bando, con solo tocarlos. El juego se podría prolongar por horas, haciendo que los miembros del bando de cazadores entrara en cólera por la frustración que le producía la liberación incesante de sus prisioneros…Y así empezaban las interminables peleas y discusiones en las que no había más remedio que la intervención de Don Juan, quien dirimía los conflictos con autoridad y maestría, haciendo que los equipos cambiaran de roles, como para hacer la diversión más justa.

De pronto, llegaba la hora de juntarnos, primero a beber algún refresco provisto por la esposa de don Juan, doña Belma, que todos bogábamos de un tiro, presurosos por continuar jugando. Divididos en dos bandos conjugados por niños y niñas nos disponíamos a jugar “Yeimi”, aquel invento que transgredía los límites del béisbol y del criquet inglés para quedarse con sus derivaciones de pelotazos en los cuerpos de los infantes hasta fulminarlos a todos. Ligeros se empezaban a sentir los moretones, pero grande era la alegría por haber acertado en la cara o en la espalda de los contrincantes. ¡Era un verdadero placer!

Y como desencajada, una voz bajaba del cielo directo a mis oídos y a los de mis hermanos:
-Aida, Gilberto, Jairo, Jhon, Luis, ya es hora de entrar.
Don Juan de J. G, más animado que sus pupilos, pero sabiendo que había llegado la hora, nos enviaba a las casas, prometiéndonos más diversión en días siguientes con voz silente y amorosa, mientras él se dirigía a la suya.

¡Pero qué va! El camino estaba plagado de placeres que hacían perder de vista la pronta llegada a casa. Era la hora de contar cuentos y chistes, a los que el grupo de los más arriesgados y dicharacheros se disponía sentado en uno de los andenes de alguna de las casas de nuestros vecinos, quienes no escatimaban recordarnos que ya nos habían llamado a dormir;

-¡Niños a ustedes los llamaron de sus casas, hagan caso!
-Decía doña Lucía o doña Bertha.
Caso omiso, por un oído nos entraba y por el otro nos salía. La tertulia se prolongaba, calculo yo, por media hora más, hasta que correa o chancla, generalmente en manos de las madres, nos entraba a  empellones por tercos y desobedientes. Una huida despavorida de infantes corriendo a sus casas, antes de que el chispero atizado por la madre emprendedora incitara a las otras a imitarla.

Una vez en casa, entre risotadas maliciosas por las maldades aplicadas o recibidas, salía la  consabida frase: -“La pela pasa y el culo queda”, como para calmar el chancletazo o la nalgada. Así quedaron aquellos recuerdos de infancia que fundaron mis padres y el gran líder que recuerdo con cariño, Don Juan de J. G.

Comentarios

  1. Que belleza...que hermosura...que infancia tan maravillosa. Mil y mil graciassss. Martha Judith Gutiérrez.

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    1. Gracias a ti, Martha y a tu familia, sobre todo a tu papá, por haber hecho parte de esta etapa de mi vida. Un abrazo. Saludos a tu mamá.

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  2. Hermoso, gracias. Me divertí leyéndote! Nelssy Bonilla.

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  3. Maravilloso relato gracias Dios te pague por compartirlo conmigo. Me siento muy halagada por tenerme en cuenta para leer tan maravilloso escrito mil gracias. Gladys Pulgarín.

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    1. Lo hago con mucho gusto, Gladys. Gracias a ti por tomarte el tiempo de leer y comentar. Un abrazo.

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  4. Que buen relato don Luis! ����☕☕ Gabriel Eduardo Aguirre.

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  5. Muy hermoso recuerdo gracias Luis Fdo. Hta Arnulfa Calderón.

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    1. Recordar es vivir un poco otra vez, gracias Hta. Arnulfa por leerlo y comentarlo.

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  6. Este relato ha sido un viaje a la infancia, a las calles polvorientas del Barrio las Flores, a la tienda de Doña Imelda, a los jardines de Doña Lucia o la casa de Doña Graciela.. gracias Luis Fernando, por hacer tan grande la humildad de mi Padre.. Don Juan Gutierrez será siempre un ser excepcional!! Orgullosa de llevar su apellido, hoy he llorado de nostalgia con este homenaje a su sabiduría y gracia para divertirnos .. cuanta falta hace hoy personas como El. Ten por seguro que este relato hará parte de las historias para mis hijos q no le conocieron.. que Dios te bendiga!

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    1. Que bueno haberte acompañado de nuevo en este viaje de retorno a nuestras raíces, a la tierra que nos vio crecer y a las personas que hicieron parte de ello. Este relato es, antes que nada, un homenaje a tu padre a quien recuerdo con cariño entrañable por todo lo que me enseñó.

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  7. Cuñadito, leyendo este relato, me fui también a mi infancia, muy similar nos pasaba a nosotros, que lindos recuerdos!!. ..Que infancia más sana!

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    1. Mi querida Deisy, esa es la idea, que pudieras recorrer un viaje de regreso a tu infancia y a esos momentos que han quedado tatuados en la vida de todos. Un abrazo.

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  8. Hola amigo.. Luis fer..nos sigue usted descrestando con su prosa Colombiana...de alguna manera se siente uno parte del relato.. Edgar Hernández.

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    1. Mi querido Edgar, gracias por tomarte el tiempo de leer y comentar y, sobre todo, de hacerte parte, de disponerte a ello. Un abrazo, amigo.

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  9. Evocaciones que alegran el espíritu���� Miguel Rivera.

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    1. Así es, don Miguel, una evocación a "aquellos tiempos en que fuimos felices".

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  10. Gracias Luis Fernando por compartir tus agradables historias. María Cristina Estupiñán.

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  11. Muy bueno, totalmente de acuerdo es un viaje al pasado y bonito recuerdo de la niñez. Luis Alberto Marin.

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    1. Así es, Luis Alberto, gracias por recorrer este camino conmigo y encontrarlo bonito. Un abrazo.

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  12. Qué bello relato Luis Fernando: ¡evocar con nostalgia la niñez!
    Vívidamente leí feliz el relato de una manera retrospectiva de cara a mi infancia en Armenia.
    Hay personas que dejan grandes huellas en nuestras vidas como el señor Juan, quienes nos inspiran gratitud y hermosos recuerdos dignos de ser contados.
    Felicitaciones querido amigo.

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    1. Mi querida amiga, así es, hay personas que logran dejarnos marcados para siempre con su bondad y dedicación, don Juan lo fue para mí, por eso me decidí a dedicarle esas líneas. Gracias por tomarte el tiempo de leerme y comentarme. Un abrazo.

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  13. Gracias Luisfer por este relato tan hermoso. Me hiciste revivir tantas cosas lindas y otras no tan lindas. Gracias por compartir tan bellos relatos . Un abrazo muy fuerte. María Teresa Correa.

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    1. Gracias a ti, María T. por permitirme recorrer contigo esos caminos y esos recuerdos. Otro abrazo de retorno.

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  14. Luis Fernando, qué narraciones tan calidosas, llenan de gozo el corazón, pues son remembranzas un poco olvidadas que nos remontan a bellas y felices épocas vividas. Gracias, (felicitaciones) por regalarnos estos, tus lindos recuerdos. Gloria Inés Chacón.

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    1. Qué alegría, Gloria Inés, haber podido procurarle un poco de gozo a tu corazón. Un abrazo grande.

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  15. Que homenaje tan hermoso a ese ser especial, Don Juan de J, que marcó e hizo más felices la vida de los niños del barrio Las Flores.Esre bello relato nos hace recordar nuestra infancia en la que con nuestros vecinos nos reuníamos en la calle a jugar y jugar y jugar. Que tiempos aquellos. Gracias Ferchito
    Yolanda

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    1. Así es mi querida prima, sobre todo un homenaje a un ser que me enseñó tanto y, sobre todo, que hizo que mi infancia fuera una etapa bella, llena de juego e inocencia.

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  16. Me gustó muchísimo porque todos esos juegos yo los viví en mi infancia también, a pesar de la gran diferencia de edad y quedé admirada al saber que existiera una persona así que disfrutara de la compañía de niños.
    Y lo relató en forma muy amena. Gracias y saludos. Luz Stella Muñoz.

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    1. Gracias Sra. Stella por tomarse el tiempo de leer y comentar, es un honor. Saludos.

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  17. Gracias hermanito, por tan bellos recuerdos, reviví nuevamente nuestra niñez que fue muy bonita, que Dios te bendiga, un abrazo. Jhon Javier

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    1. Gracias a ti, hermano, por leerme y disfrutar de estas líneas comunes. Así es, fue una bella infancia. Otro abrazo de vuelta.

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