Virus

 Virus

Ernesto sube la primera de las 75 gradas que necesita para llegar a su apartamento, en el quinto piso de un viejo edificio ubicado en un sector residencial de clase media, en la cosmopolita Bogotá.

Un morral a sus espaldas y un par de bolsas con provisiones le hacen tambalear en el segundo piso, se aferra de la baranda. Sigue escalando. Cada grada es una oportunidad para pensar en lo que está sucediendo. El gobierno acaba de anunciar una cuarentena en todo el país, ―calcula que las provisiones le alcanzarán para quince días, lo duda. Piensa en Aleida y su incesante tos durante la reunión en la oficina esa misma mañana. Alcanza, con aire entrecortado, la puerta de su apartamento. Descarga las bolsas para buscar las llaves. No recuerda si están en el morral o en uno de los bolsillos de su pantalón. Busca primero en los últimos, sin suerte. Baja el morral, abre uno de los bolsillos pequeños delanteros, y ahí están. Presuroso abre la puerta, mira hacia atrás. Siente como si alguien lo hubiera estado persiguiendo. Cierra tras de sí la puerta, suspira aliviado.

¿Qué hará durante esos días? ¿Cómo pasará el tiempo? No sabe cocinar, viendo videos en YouTube puede aprender fácil, se dice. Suena el teléfono. Doña Clemencia, su jefa, le anuncia que a partir del próximo día entra a vacaciones dada la coyuntura. Se resiste a creer que pasará sus vacaciones encerrado en aquel diminuto aparta-estudio, donde difícilmente entra el sol. Cuelga el teléfono de mala gana.

No ha desempacado las provisiones. Se sienta y prefiere, primero, dedicarse a navegar por sus redes. En las últimas veinticuatro horas han muerto seiscientas veinticuatro personas en Italia, lee en un titular. Una procesión sorda de camiones del ejército conduce los féretros en Lombardía, Lee en otro. Esto es increíble, ¿Cómo puede estar pasando tal cosa? No logra responderse.

Ya ha pasado una hora y su dedo pulgar  derecho continúa llevándole a toda esa información. España está colapsada, la oposición acusa al gobierno por haber declarado la cuarentena muy tarde. En una foto se ve a Putin vestido como un astronauta, visitando un hospital de infectados. De pronto recuerda que no lavó sus manos. Corre al baño, las restriega, tratando de recordar cómo es que debe hacerlo. Repite el proceso. Recuerda que tuvo que sostenerse de la baranda en el segundo piso. Vuelve a repetir el proceso. La imagen de Aleida y su incesante tos le atormentan, por lo que decide tomar una ducha prolongada de agua tibia. Se siente aliviado. Al salir del baño se calza las pantuflas de siempre. Su pulgar derecho se asoma por el frente. Habrá que esperar para reemplazarlas, levanta los hombros. Una pantaloneta y una camiseta roída son su atuendo.

En dos pasos está en la diminuta cocina. Acomoda los víveres. ¿Y qué almuerzo? Un sándwich será suficiente y uno de los jugos comprados, la sobremesa. El virus se transmite también al pasar la mano por superficies tocadas previamente por infectados, ¿Y si la dependienta del supermercado está infectada? Corre, presuroso a botar las bolsas y se lava las manos otra vez.

Enciende la televisión y se acomoda en el sofá-cama. Duda acerca de si seguir viendo noticias o buscar una película en Netflix. Elige la primera opción. Se niega a estar desinformado, sobre todo en estos momentos. Es increíble que Bolsonaro y López Obrador sean tan irresponsables, ―no han agotado medidas para proteger a sus ciudadanos. Trump ha tenido que tragarse sus palabras, y como un acto político por su reelección, acepta tomar medidas para salvaguardar a los gringos. ¿A dónde va la Reina Isabel II con aquel ridículo tapabocas que le hace juego con su vestido? Esto es surreal, mueve la cabeza. ¿Qué seguir viendo? Asaltan su cabeza tantas películas en las que masivamente muere la gente a causa de pandemias. Una procesión de infestados invade su cabeza.

Quiere dormir. Siempre ha querido hacer siesta, pero nunca ha podido. Justo después del almuerzo tiene programada una reunión todos los días con su equipo de trabajo en la oficina. Por fortuna hoy podrá hacer siesta. Hace frío, ha estado haciendo frío sabanero esos días. Saca una cobija del armario y se la echa encima. Cambia de canal una y otra vez. Se acomoda. Esa película, ya empezada, parece buena. Es de acción como le gustan. Se trata de un ataque de la milicia norteamericana a supuestos terroristas en Afganistán. Trata de cogerle el hilo. Se concentra. No han pasado quince minutos y sus ojos luchan por no cerrarse. Y es que siempre ha querido hacer siesta después del almuerzo.

Cuando está a punto de dormirse siente que algo le pica en el pie izquierdo. Se rasca con las uñas del pie derecho. Se vuelve a acomodar en su intento de dormir. Ahora le pica el empeine del mismo pie. Se rasca usando el mismo método, pero no queda satisfecho, entonces extiende su mano derecha. Sigue intentando dormir. Algo le corre por debajo de la piel. Es la circulación, está convencido. ¿Pero, y si fuera otra forma de coronavirus? las preguntas le asaltan, pues ahora todo es coronavirus. ¿Cómo se siente un virus dentro del cuerpo? Trata de imaginarlo ¿Será como lo caricaturiza Vlado? Al tanto, un picor generalizado se apodera de todo su cuerpo, mientras piensa aterrado qué será de él a partir del 27 de abril. Su intenso deseo de tomar una siesta ha sido aplazado. Y saber que abril fue sólo el preludio de aquel eterno encierro que le esperaba.

Comentarios

  1. Buenas noches don Fernando es una realidad un año y seguimos en la zozobra me quedo con la incognita de que
    Paso con la piquiña. Muchas gracias que tengas una linda noche. Nancy Salgado.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así es, Nancy, nuestra cruda realidad en estos momentos cuando muchos se han ido inesperadamente. Gracias a ti por tomarte el tiempo de compartirme tus pensamientos.

      Eliminar
  2. Fascinante.. Gracias.. Don Luis.. le tocaron todos los males a Ernesto. Johan Quintero.����������

    ResponderEliminar
  3. Que historia tan agradable. Que pesadilla para este señor. Y posiblemente todavía esté sintiendo esta querra biológica. Gilberto Zuleta.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gilberto, así es, para muchos el coronavirus se ha convertido en toda una pesadilla de la que difícilmente han podido salir.

      Eliminar
  4. Tal cual. ¡Qué experiencia tan retadora en tantos sentidos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mil gracias, Robin por tu retroalimentación. Así es, una experiencia retadora para todos en muchos sentidos.

      Eliminar
  5. Hola Ferchito,
    Muy a lugar y a tiempo.
    Esta zozobra en la que anda el mundo entero, tiene a muchos seres sin saber qué hacer.
    Qué buen escrito.
    Abrazotes

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mi querida prima, Yolanda, ésa es la mejor palabra para definir estos tiempos, tiempos de zozobra y de incertidumbre, pero toca vivir un día a la vez, un día a la vez.

      Eliminar
  6. Me gustó mucho la forma de narrar, me encantó y todos los interrogantes que deja al final, esa es la moda. Luz Stella Muñoz.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mi querida Luz Stella, gracias por tus palabras y, sobre todo por tu apoyo para leer y corregir mis textos con tanta dedicación y empeño. Un abrazo.

      Eliminar
  7. Que estés gozando de un esplendoroso día. Gracias por compartirme este reto que nos tiene confundidos, al momento no se sabe que atender, unos dicen algo de tranquilidad y seguridad otros de extremo temor pero me divierto con tu talento de relatoría. Gracias por compartirme. Un abrazote. Gustavo Alzate.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gustavo, gracias por tu lectura fiel y constante. Sabes que comparto estas líneas con todo gusto, como un regalo de la vida. Y así es, este es un tiempo diverso para todos. Un abrazo de vuelta.

      Eliminar
  8. Gracias Luifer. Gracias por compartir estos relatos. Qué buena descripción de esta época. Un abrazote. María Teresa Correa.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mi querida María T. Con todo gusto. Gracias a ti por recibirlos con tanto cariño y devoción. Un abrazo.

      Eliminar
  9. Que buen post Fernando.... q Rico volver a contar con ellos. Carolina Salamanca.

    ResponderEliminar
  10. Buenos días amigo de mi infancia.
    Esto no es una historia. Es la cruda realidad de una pandemia que nos tiene al borde de la locura.
    Aquí estamos colapsados desde hace días.
    La incertidumbre, el miedo de morir solos, el encierro y las limitaciones dejan huella cada día en nuestros cuerpos y nuestras almas...
    Eres un crack para escribir.
    Un gran abrazo. Gladys Gutiérrez.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Maestra de mi infancia. Que la incertidumbre y el miedo no nos paralicen como humanidad y que no nos terminen de congelar las entrañas para aprender de estos acontecimientos lo más importante, la humanidad. Un abrazo.

      Eliminar
  11. Es lo que a todos nos pasa y ya vamos para un año. Liliana Hurtado.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y seguramente vendrán más días de zozobra e incertidumbre, pero toca vivir un día a la vez. Un abrazo, prima querida.

      Eliminar
  12. Muy bueno, felicitaciones. Gracias. Carlos Alberto Agudelo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares