Otra vez serás, París
Soñaba con sus calles empedradas y se permitía dejarse
envolver por las mágicas luces que veía en las películas rodadas en la ciudad de la
luz y del amor. Particular atención le despertaron “El último tango en París” y
“La edad de la inocencia” que lo habían deslumbrado recientemente. Se imaginaba
recorrer los pasos de Balzac, Víctor Hugo, Cortázar, García Márquez y por qué no
los de Hemingway. Se prometía beber en los
mismos cafés frecuentados por Monsieur Jean-Paul Sartre y Madame Simone de
Beauvoir, a quienes recordaba en sus lecciones de filosofía existencialista.
Deseaba vivir en la buhardilla que un día rentara Henry Miller y poder encontrar
inspiración en ella. Y pasar aunque fuera una noche en el Hotel d’Alsace, donde
Óscar Wilde muriera recordando a su despiadado Lord Byron.
Ismael, respiró profundo y se llenó de fuerzas para dar su
siguiente paso: ―Mamá, hermana, quiero viajar a París.
―Con ojos
desorbitados las dos mujeres únicamente pensaron en los costos, aunque no emitieron
palabra alguna. ―Y se congeló el tiempo en un silencio. ―Necesito de todo su
apoyo para poder realizar este sueño. ― ¿Y, de cuánto estamos hablando, Ismael?
―Fue directa y contundente la pregunta que su hermana Ignacia le disparara―.
―Aún no lo sé, pero eso es lo de menos, pronto lo averiguaré. ―Respondió
convincente, el benjamín de la familia―. ¡La suerte estaba echada! Y en el aire
quedaban bullendo interrogantes, muchos interrogantes. ―Puedes contar con
nuestro apoyo. Haremos todo lo que esté a nuestro alcance para ayudarte.
―Terminó la madre con una sonrisa y un abrazo largo―. ―A la madre siempre la
había seducido la determinación de su Ismael del alma. Momentos después escuchaba a su madre y a su hermana hacer cuentas con sus ahorros.
Durante el mes siguiente, Ismael
sólo vivía para soñar. Leía cuanto libro o folleto llegaba a sus manos,
buscando algo sobre París. Releyó “Los Miserables” y “El Jorobado de Notre
Dame” y se encarnó en sus escenas. Cantó en el Moulin Rouge y se volvió a
perder una “Media noche en París”. Divisó la ciudad desde la Torre Eiffel y recorrió
embelesado cada sala del museo de Louvre en un viejo libro que halló en su casa.
―Te tengo una sorpresa.
―Arremetía su madre en su cuarto, sacándolo de sus elucubraciones. ―Cuéntamelo
todo, madre, ¿de qué se trata?―. ― ¿Recuerdas a tu tía Inés? ―Claro que sí, respondió.
―En su mente aún pervivía el recuerdo que desde niño tenía de ella y sus
ensortijados cabellos. ―Ella vive en París desde hace varios años, creo que ya recibió
la nacionalidad francesa. ―El rostro de Ismael se iluminó y las pupilas de
sus ojos mostraban el brillo intenso que solo produce la felicidad. ― ¡No me lo
puedo creer! ―Sonrió Ismael, abrazando a su madre al punto del sofoco. ―Gracias
mamá, eres un ángel―. ―Ya he hablado con ella y está dispuesta a recibirte en
su casa. ―E Ismael no cabía de la dicha. París ya era un hecho, sólo restaba
hacer las maletas y dejar que las alas de un avión de Air France surcara el
viento.
Pocos días le quedaban antes de
su salida a Bogotá. Y los dedicó a embriagarse con los poetas malditos:
Baudelaire, Verlaine, Valéry; y, especialmente Rimbaud y su “noche en el
infierno”, que le hizo sentir como uno de ellos. Únicamente tenía que vivir en
la France y respirar su mismo aire. Los cuentos de Jean de La Fontaine que
leyera en el colegio, le parecieron más fascinantes que nunca.
Su madre le había dicho que
viajaría con otra de sus tías que vivía en Bogotá y quien le ayudaría a
tramitar la visa. Ella también se instalaría en casa de su otra hermana; lo que por
un lado lo llenaba de tranquilidad, pero por otro lado le inquietaba
sobremanera. ― ¿Dos personas más viviendo en la casa de su tía Inés? ―Le
parecía demasiado―. Más los primos y demás familiares del esposo de la tía.
Aquello lo angustiaba dado su carácter autónomo e independiente. No
obstante se lanzó a hacer las maletas.
Durante aquel viaje por tierra repasaba y repasaba en una
vieja guía turística ya desteñida por el tiempo, las maravillas que visitaría
en París: Por supuesto empezaría por la Torre Eiffel, después seguiría al Sacre
Coeur; invertiría los días necesarios en el museo del Louvre; y recorriendo
cada piedra y cada recodo de la Catedral de Notre Dame. Cruzaría a su antojo el
Arco del Triunfo y recorrería los Campos Elíseos. Si el dinero le alcanzaba
asistiría a un espectáculo en el Moulin Rouge; y, otro día lo dedicaría al
Panteón de París y la Ópera de Garnier. El Museo de Orsey y la Torre de
Montparnasse serían los últimos en visitar. Durmió alado por aquel sueño que más
parecía un embrujo que le quitaba toda hambre y todo cansancio.
En diez horas estaba en Bogotá donde aquel frío lacerante le
anticipaba el invierno parisino, del que había leído era gélido e
inmisericorde, como también lo era el carácter de los parisinos. Su tía Débora lo estaba
esperando.
Una vez instalado, vio que su tía estaba
vendiendo todas sus pertenencias. Para ella el viaje era ya una realidad. La ayudó
en la venta y en las noches leyó con ahínco dos novelas que encontré en lo que quedaba de la biblioteca de su tía: “Memorias de Adriano”, de la
prodigiosa pluma francesa, Marguerite Yourcenar. Después siguió con Marguerite
Duras, “La vida tranquila”, que no lo dejó precisamente tranquilo. Y es que a
sus 22 años estaba convencido de que convivir con tantas personas en un mismo
espacio no le traería paz, menos en un país y una cultura nuevos. A esto le
sumaba el nada amable carácter parisino. Cada noche antes de dormir, le
dedicaba mucho tiempo a dirimir estas inquietudes. ―A lo
mejor tenía miedo y no quería aceptarlo.
Aquella noche Ismael no logró
conciliar el sueño. Las ideas se entrecruzaron por los recovecos cerebrales. La que más
inquietud le causaba era el hecho de llegar a un apartamento abarrotado de
gentes y no contar con suficiente dinero para sortear los estudios y la vida.
Temprano, nomás sentir los pasos de su tía Débora preparando café en la cocina, se levantó y se dirigió determinado hacia ella: ―Tía, he decidido no viajar. ―Su tía lo observó impasible. ―Entiendo, ―dijo ella sin reclamar explicación alguna. ―Ismael intuyó que ella ya lo había calculado―. Le brindó una taza de café, que derritió el hielo formado por la situación, bebieron unos tragos; y, cuando Ismael se disponía a regresar a su cuarto, ella lo interceptó impetuosa: ― ¿Qué harás, entonces con la plata que te dio tu mamá para el viaje? Y sin permitir que Ismael respondiera, lanzó otra pregunta: ― ¿tú me la prestarías para no estar tan apretada con los gastos de los primeros meses en París? Y sin dudarlo, ―Ismael, que gratis había recibido de su familia aquellos millones para su viaje, se dirigió a su cuarto, sacó los fajos de billetes que conservaba en su bolsa de viaje, regresó y los depositó en las manos de su tía Débora. ―Aquí los tienes, son cinco millones. ―Tan pronto como pueda te los pagaré con intereses y todo; ―y lo besó en la mejilla.
Ismael, sabía que lo de su viaje
ya estaba decidido, se quedaría en Bogotá haciendo teatro y viendo cómo
resolvía su vida de bohemio. Su sueño de estudiar artes escénicas en L’École
nationale supérieure des Arts de París y de recorrer sus calles y monumentos
quedaría pospuesto, ― ¡Y quién sabe hasta cuándo!
Hasta el sol de hoy, Ismael
recuerda con ilusión que París pudo haber cambiado su vida, pero también se
repite: así es la vida. Otra vez serás, París. Y sigue esperando que su tía
Débora le pague los cinco millones, incluido los intereses de mora, que le
adeuda desde hace ya más de veinticinco años.
Buena tarde .
ResponderEliminarMuchas gracias por la agradable lectura. María Adelaida López.
Gracias a ti, María Adelaida por tu lectura.
EliminarMe encanto. Daniela Zuleta.
ResponderEliminarMe encanta que te haya encantado, Daniela.
EliminarGenial... Excelente como siempre... Un fuerte abrazo y mil bendiciones. Alemir Rodríguez
ResponderEliminarAlemir, querida, saludos a todos los tuyos allá en Trinidad y Tobago, otro abrazo de vuelta.
EliminarExcelente narración, se asemeja a una parte de tu autobiografía. María Lady Hurtado.
ResponderEliminarGracias, prima por tu lectura. Así es, la literatura se nutre de realidades. Un abrazo.
EliminarQuerido Luis Fernando, muchas gracias por esta mañana de vivencia de Culture Française.
ResponderEliminarDesde el nombre de Ismael, y su significado de oyente, percibo los ecos biográficos del autor.
Tú y tu mundo de tus tías tan especial...
Bueno, en tu corazón no has dejado de vivir en París...
Gracias, por este rato para un feliz domingo. Yolanda Corredor.
Gracias a ti, mi querida Yolanda por tu agudeza para leer más allá de las líneas; y sí, París lo he vivido con el corazón. Un abrazo fuerte.
EliminarSoy muy afortunada y el propio autor, si si si, ya me lo leyó. Lero lerooo. Gracias a ti por la deferencia tuya. Miriam Zuleta.
ResponderEliminarAmiga, querida, gracias por permitirme el lujo de saberme escuchado atenta y cordialmente por ti.
EliminarGracias, Luisfer. Me encantó. Perfecto para hoy. Te abrazo. Patricia Carnevali.
ResponderEliminarUn abrazo, Patty, qué bueno que te haya gustado. Espera más posts que te tocarán las venas.
EliminarQue genialidad don Luis Fer. Muchas gracias. Allan Arias.
ResponderEliminarGracias, don Allan por leerlo.
EliminarGracias por compartirme sus experiencias literarias que cada vez son mejores.
ResponderEliminarHOY me asombró. Escuchaba la narración de unos cuentos tan diferentes a los anteriores, que sentía ya la grandeza de ese escritor que se está perfilando y me sentí importante de ser yo su receptora.
Lo felicito de corazón. Luz Stella Muñoz.
Buena noche y recuerde que lo quiero mucho
Ay Stellita, qué lindas palabras que recibo con toda gratitud. Que bueno que seas parte de este proceso de escritura. El afecto es mutuo. Te abrazo fuerte.
EliminarQue importante es tener sueños. Sabroso el tema. Es un verdadero escritor. Felicitaciones. Gilberto Zuleta.
ResponderEliminarGracias don Gilberto por lo de "verdadero escritor", falta mucho, hago ejercicio constante para que un día pueda serlo. Jejeje.
EliminarOtra ves serás, París. Delightful. P. Roberto Seguin.
ResponderEliminarIt is an honor, father Roberto.
EliminarMuchas gracias por compartirlo, excelente! Laura Sepúlveda.
ResponderEliminarGacias a ti, Laura por tu apreciación.
EliminarLuis Fer, Gracias por compartir tu escrito, muy bueno como siempre, bueno; si la tía le devuelve a Ismael su plata tiene muy buen ahorro, sino hizo una buena obra de caridad.
ResponderEliminarQuerida Deisy, seguro que Ismael no espera nada, eso es agua pasada por el río de la vida. Seguro que eso es lo que piensa.
EliminarGracias por compartir este sueño en tu narracion francesa. Felicitaciones un abrazote
ResponderEliminarGustavo.
EliminarGustavo, "la vida es sueño", y no lo digo yo, ya lo dijo hace mucho tiempo Pedro Calderón de la Barca.
EliminarBuenos noches Luis Fernando cómo vas? espero que bien. Muchas gracias por ese escrito precioso que me hizo viajar a París sin dinero , siempre he querido conocer ese país maravilloso, ponerme un abrigo y tomarme una foto ahí . Mil gracias por eso tan bello. Gladys Pulgarín.
ResponderEliminarGladys querida, que bueno que hayas podido viajar, y sin dinero, lo que significa que la literatura nos lleva a un viaje. Llegará el día en que puedas lucir tu abrigo y tomarte la foto con la Torre Eiffel de fondo. Un abrazo.
EliminarQue gran escrito, lo viví paso a paso, sentí la emoción de Ismael por cumplir un hermoso sueño. Que desprendimiento de lo material por amor a su tía Débora. Lástima que ella no le haya correspondido, devolviéndole la platica. Ojalá algún día lo haga. Ismael lo merece.
ResponderEliminarQuerida prima, cuánto me alegra que lo hayas vivido paso a paso, tú que fuiste testigo presencial de la mágica París. Ismael sólo merece vida, y la tiene en abundancia. Te abrazo.
EliminarIsmael..el recuerdo nos quita el aire por un segundo, luego toca seguir respirando..Un fuerte abrazo..
ResponderEliminarAsí es mi querido Flavio, cuando recordamos volvemos a vivir y recordamos con mayor facilidad aquellos momentos que nos dejaron sin aliento, sin respiro, para poder seguir respirando con más fuerza en adelante. Otro abrazo.
EliminarGracias, me divertí �� cuento muy colombiano ....��Monika Frohlich.
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