Pa, un homenaje a mi otra mitad heredada

Perder a un ser querido no es cosa fácil, más aún si se trata del padre o de la madre. 

Mi padre, Gilberto Sánchez Jaramillo en sus años mozos.

En uno de mis posts recientes, "Mama, un homenaje a mi herencia total", dedicado a mi madre, afirmé que en otro momento dedicaría otro post a mi padre, como reconocimiento a esa otra parte de la herencia que me habita y me circunda. Pues bien, más temprano de lo que pensé y más rápido que para el caso de mi madre, me encontré escribiendo un homenaje a mi padre que recientemente ha partido.

Al frente, mi padre y mi madre, atrás de gafas oscuras y sombrero, mi tía Cenelia y otros familiares.

Este es entonces un homenaje de gratitud a ése ser del que soy más parecido de lo que yo mismo puedo aceptar. Y no sólo físicamente, sino también desde los intríngulis y laberintos secretos del espíritu. Su capacidad de emprender, de proponer cosas nuevas, de rehacerse desde cero. Su pasión por la aventura, por conocer nuevos horizontes y divisarlos hasta el amanecer. Su carácter casi inquebrantable y su determinación para seguir sus propias convicciones aunque al final se diera cuenta de que eran erróneas. Su gusto por el riesgo y lo desconocido y ese cierto morbo existencial que lo definieron y me definen. Y claro está, las faldas que no le faltaron en sus 79 y largos años.

Mi padre en sus 70's

Recuerdo el día en que mi hermano Jairo nos contara a mis hermanos a mí, cómo nuestro padre se había casado por segunda vez en secreto, -ya había tenido dos hijas más en una segunda relación-, como un don Juan que rapta a una doncella y con su consentimiento la desposa a hurtadillas, -sólo que esta vez se trataba de una septuagenaria como él-. No pude más que reír y darle gracias a la vida por saberlo acompañado en los últimos años de su vida. ¡Y es que la vida acompañado es más llevadera!

Foto de hace dos años. Mi padre y yo.

Izquierda a derecha: 2018. Flavio Carnevali, Sra. María Rosalba Cárdenas, segunda esposa de mi padre, mi padre y yo.

Sus padres, doña María Lucila Jaramillo, mi abuela; y don Vicente Sánchez Sánchez, mi abuelo, campesinos antioqueños de las montañas Caramanteñas, tuvieron a Mercedes, Carlos, Alicia, Berto, Blanca, Virgelina, mis tíos y tías, y Gilberto -hasta en éso coincidimos, el fue el menor de su casa y yo también-. 

Derecha/izquierda: Mi padre, su hermana Mercedes, hace seis meses fallecida; y sus hermanas Virgelina y Blanca.

Mi padre, nacido en Caramanta, Antioquia, el 15 de febrero de 1939, migraría al Quindío en brazos de sus padres, siendo apenas un bebé. Su vida estaría enmarcada por el inicio de la segunda guerra mundial ése mismo año de su nacimiento; también por los nefastos hechos del 9 de abril de 1948, cuando la muerte del líder político, Jorge Eliecer Gaitán, tiñera a este país de sangre; y por el período de "La Violencia", acaecido en la década de los 40's hasta los 50's. 

Mi padre y mi hermana mayor, Aida Luz.

Mi padre y mi hermano Gilberto Antonio acompañado de su hijo, Jhon Mario.

Mi padre, mi hermano Jairo y yo.

Mi padre y mi hermano Jhon Javier

Derecha a izquierda: Foto reciente de mis hermanos Gilberto, Nubia, Jhon Javier, Aida Luz, Jairo, Alba Milena y yo. 

Sin duda alguna estos hechos, perfilarían el espíritu y el carácter de mi padre, al que se le encontraba siempre en contexto, conocedor en detalle de las historias que los constituyeron y discurriendo con pasión acerca de ellos; ya entrelazando los acontecimientos actuales con aquellos que él establecía como causas primeras; o ya nombrando con propiedad a ex presidentes y a caudillos políticos y fulminándolos con certeza crítica por sentirlos culpables de esta eterna violencia que hemos vivido entre estas tres cordilleras. En su haber ya tres intentos de infarto, un bypass y tres cateterismos sumaban grande, pero sin menguar aquel emprendedor espíritu que lo caracterizó durante toda su vida y que lo hizo virtuoso para los negocios.

Izquierda a derecha: foto reciente, mis hermanos Jairo, Aida Luz, Jhon Javier, Gilberto Antonio y yo.

Pues bien, el martes 9 de octubre de este 2018, cuando las manecillas del reloj surcaban apenas las 10:30 a.m., mi 'Quijote' recóndito, de pueblo y de anchos pasos, se entregaría al infinito en su último hálito de vida, después de un cáncer de páncreas que dos semanas atrás le habían diagnosticado y, que por fortuna le permitiera estar consciente casi hasta el final, sin sentir mayores dolores y estando rodeado de sus hijos, quienes no escatimaron en manifestaciones de amor. 

Como Piero, no pude sino exclamar, ante la noticia de su deceso y para mis adentros, "viejo, mi querido viejo", ahora ya sin pasos y sin su caminar lerdo; mi viejo que también 'creció con el siglo' y sufrió con él; y que tantas veces anduvo solo y esperando que llegara un no sé qué; el de la 'tristeza larga de tanto vivir andando', 'yo soy tu sangre, mi viejo', y también 'tu silencio y tu tiempo', y entonces unas lágrimas gruesas y abundantes surcaron mi rostro.

Izquierda a derecha: Mi padre, yo, mi hermano Jairo y su hijo, Jhon Alexander.

A mi padre bohemio, de zancadas apuradas y mirada melancólica, no puedo más que honrarlo con poesía, como se hace con los que son como nosotros, como él y como yo. También en mis post Buen  humor, indispensable en las artes amatorias he aludido a detalles de la singular y macondiana personalidad de mi padre.

A mis hermanos, demás familiares y allegados no puedo más que agradecerles y hacerles saber que mi padre sí que vivió:
* Tuvo la dicha de una vida larga, casi 80 años.
* No obstante la historia fragmentada que  nos tocó vivir, no nos negamos el amor mutuo.
* Le permitimos a la naturaleza seguir su curso, los hijos entierran a sus padres y no al contrario.
* Don Gilberto disfrutó de la vida y no negoció su libertad por nada. 
* Fue un ser humano como cualquiera, y eso es lo que debemos ser, humanos, nada más que eso.
* y, por sobre todo, mi padre fue un buscador de la verdad, a la que nunca dio tregua. Las varias religiones y creencias que profesó dan razón de ello.


A Mi Progenitor de Fina Estampa     
A mi padre, a mi progenitor
Y al de otros cuatro y otros tantos críos,
Al 'caballero de fina estampa'
Y  de tez tornasolada.

'Al lucero que sonriera',
que sonriera pícaro el mozo, 'bajo un sombrero',
al de querencias y mil amores, 
al 'de fina estampa'.

A la fuente de mi sangre
Al caballero,
De ninfas y melíades,
Al picaflor,
progenitor, 'de fina estampa'.  

Al de la lengua fina que encantó a Scherezada 
y también a Diznarda
hijas del gran visir 
del reino de Tartaria.

Al humano sin pretensiones,
al de convicciones enteras,
erradas, díscolas,
al hombre 'de fina estampa'.

Al que la historia volvió de hierro,
Al conquistador empedernido,
Al dicharachero de lengua meliflua, 
Al de la sangre que corrió ligera.

Al de tantas Remedios la bella, 
Amarantas, Úrsulas, Pilares y Petras
A mi viejo macondiano 
perfilado y agraciado.

Al emprendedor tenaz,
Al hombre que voló alto no obstante las alas rotas
Al libre, al andariego,
Al de hablar izado.

Al de los proyectos no imposibles
Al de muchos caminos recorridos, 
Y tantas pieles surcadas.
Al galán de 'fina estampa'.

Las colinas y los surcos
extrañarán sus pasos,
Las calles y los ríos
una larga ausencia gritarán con eco.

Los tangos y milongas huérfanas están,
ya su gaucho colombiano ha partido
Y el paso bailao 
Inmóvil y quieto, no va más.

Ya el telón abajo
y los arrabales tristes,
Para el caballero, 
Para el galán, el galán 'de fina estampa'.

Vuela alto
Caballero de alas rotas
Y de los sin límites,
Príncipe Schariar de las mil y una noches, 
vuela alto, Pa', vuela.