Hormigas hambrientas
Es noviembre en el techo del mundo y las heladas temperaturas
empiezan a descender en aquella solitaria y extensa estepa del Tibet. La
familia Calmuco se ha recogido
temprano en su yurta, a causa de los menos cuatro grados, ―aunque la sensación térmica diría que se trata de menos
treinta. Todos están dentro de la tienda. El padre, la madre y sus dos hijas,
departen con esa sencillez y sonrisa de los nómadas tibetanos. Beben licor de Qingke
para calentar los huesos y los espíritus, mientras la madre termina de preparar
la cena. ―Ésa noche comerán sopa de fideos, skyu, momos y té de
mantequilla ―celebran que una de sus hijas, Ngong, terminó su último grado de escuela por televisión y se
prepara para ser enfermera―. El padre las mira con devoción y
temor.
Liang, es la hermana mayor y quien ayuda a los padres en casa y con los rebaños de corderos y yaks. Ella y su madre ordeñan, hacen el té, preparan las comidas, lavan la ropa, recogen la boñiga de los animales y con la ayuda de los hombres la riegan, ―sobre todo allí donde el desierto y los pastos se debaten en duelo. No pueden creer que el verde esté desapareciendo con tanta diligencia de aquellas praderas.
Después de cenar pausadamente, encienden la televisión. ―Dice la presentadora que a continuación el Dalai Lama, orará por todos en el Tibet, como lo ha venido haciendo los sábados en los últimos días, pues la situación con China se hace cada vez más difícil. Con el fervor y la reverencia de siempre, se tienden de rodillas en el piso y lo veneran.
Luego, escuchan a un artista tibetano famoso y todos cantan un par de canciones del momento, en un ambiente festivo. Para entonces, un frío delgado parece perforarles la piel, lo que hace que todos busquen su lado y se tiendan a dormir. No han pasado siquiera diez minutos y todos están profundos, como profunda está la oscuridad y la aridez en la meseta. Esa noche el cielo ha perdido sus estrellas y la luna no ha asomado su cara. Tan sólo se puede ver el titilante destello de un satélite, tal vez chino.
Un ruido que más bien parece un cosquilleo se escucha lejano,
es Miang, la madre quien lo percibe
en sus sueños. Cada vez se aproxima y en su sueño la señora Miang está segura que se trata del
balido silente de los corderos, aunque no precisa si es más bien de los yaks.
Sigue durmiendo, hasta que percibe, entre-dormida unas señales sonoras como de
hormigas royendo la arena, como comiendo clastos de cuarzo. Es una hormiga
gigante que come las pasturas. La ve con claridad, al igual que ve sus finas
tenazas partiendo las velludas lanzas de pasto, devorándolo con un hambre
desmedida. Se da vueltas en su bolsa de dormir a causa del escozor que le causa
el sonido del pasto al ser herido por aquellas pinzas. Se retuerce. En el
silencio se le hace más agudo el chasquido que va en crescendo. Se despierta de
sopetón y un grito sostenido deja a todos sentados y con el corazón a punto de
estallar. La agonizante lumbre del fogón deja ver cómo miles de hormigas se han
comido ya el cuero de la entrada de la tienda, el tapete en el piso y se
aproximan a una velocidad que aquellos ojos humanos no pueden medir. Sienten
cómo el suelo en donde reposan sus cuerpos cae a un abismo, mientras
que miles de hormigas van despedazando sus carnes. Es el desierto que se comió
la estepa, ―alcanza a pensar el padre, en un último acto de lucidez, ―y saber que mis hijas no pudieron irse a tiempo―.
Muchas gracias Luis
ResponderEliminarGracias a ti por leerlo.
EliminarGracias Luis Fernando por compartir tu cuento...me gustó bastante. Felicitaciones por tu imaginación y capacidad para escribir cuentos.
ResponderEliminarGracias hermano por compartir. bendiciones
EliminarGracias a ti, Gabriel por leerlo.
EliminarExcelente mi amigo como siempre muy interesante y en todo siempre se observa una analogía para reflexionar. Muchas gracias 🙏🌷😘
ResponderEliminarQué bueno Carmencita que lo leiste. Gracias por tu tiempo y por comentarlo. Un abrazo.
EliminarUy amigo, que impresión! sentí esas hormigas en mi espacio. Me hizo recordar en épocas de mucho invierno cuando llegan a la casa colonias de las pequeñitas que cubren las paredes en busca de comida, me ha pasado y es terrible la sensación.
ResponderEliminarFelicitaciones un cuento muy bien logrado y estructurado. Pienso que también tiene un gran mensaje de fondo.
un abrazote.
Mi querida doña Mi, que.bueno.saberme leido y comentado por ti, honor que me haces. Un abrazo.
EliminarQue talento tienes, si hay q sacar tiempo, te felicito mi lindo muchacho. Luzmila Molina.
ResponderEliminarGracias a ti, por recrearte en esta breve lectura.
EliminarMuuuuuuy buen cuento
ResponderEliminarQué hormigas tan salvajes. Es fantástico .Verdad?
Sentí el terror. Luz Stella Muñoz.
Asi es, Luz S. Es fantástico, pero refleja la cruda realidad del pueblo tibetano, quien de un lado tiene la presion militar china y del otro, el.fenomeno de la desertizacion de la estepa.
EliminarSúper bien que alegría saber de tu participación de la narrativa y ese poder de reconstruir literaturas que nos llevan al poder de tu imaginación que nos encontramos de nuevo vivencias para disfrutar. Felicitaciones por ese talento de relatoria y narrativa. Un abrazote. Gustavo Alzate.
ResponderEliminarEstimado Gustavo, gracias por leerme y comentarme y por animarme en esta pasión.
EliminarBuenísimo, felicitaciones
ResponderEliminarMás bueno saber que te gustó, querido lector-a
EliminarExcelente amigo
ResponderEliminarGracias, Ramiro querido.
EliminarBuenas tardes Luis Fernando excelente escrito muchísimas gracias y Dios bendiga tu talento . Gladys Pulgarín.
ResponderEliminarGracias, Gladys por tu apoyo. Bendiciones en retorno.
EliminarTema que nos conduce al desierto y nuestra imaginación nos conduce a ver como un desierto devora al ser viviente. Felicitaciones por este tema. Gilberto Zuleta.
ResponderEliminarMil gracias, Gilberto. Es el desierto del alma, de la lucha entre los hombres, es el ansia de poder que nos devora.
EliminarBuenos días Luis, gracias por compartir esta maravillosa obra. Su narrativa me transporta y me brinda el regalo de la imaginación, su tinte fantasioso y a la vez realista genera una gran reflexión. Gracias por invitarme a vivir de manera simple. Reinel Arias.
ResponderEliminarEpa, Reinel, qué inspirado. Gracias a ti por tus palabras y por regalarte el tiempo de leerlo.
EliminarOh, no. Las hijas no pudieron irse a tiempo...
ResponderEliminarNuevamente nos sentimos transportados... Todo el tiempo estamos conectados. Muy bueno. gracias. Un abracito
Gracias, prima, claro que sí, todo el tiempo conectados. Un abrazo.
EliminarFer hola. Hice un comentario a tu helado cuento pero no se ve.... nada, un buen cuento, yo hasta me congelé y q feas esas gigantes hormigas. Carolina Salamanca.
ResponderEliminarGracias, Caro, aprecio tu tiempo y tus palabras. Abrazos.
EliminarExcelente don Fernando ,como siempre nos lleva vivir a tus
ResponderEliminarMundos imaginarios.felicitaciones .un abrazo. Nancy Salgado.
Gracias a ti, Nancy por regalarte y regalarme el tiempo de leerlo y comentarlo. Saludos.
EliminarMe encantó, que escozor y angustia sentí������felicitaciones. Miriam Zuleta.
ResponderEliminarQué bueno, miga, de eso se trata, de hacer sentir con las palabras las mismas sensaciones que nos inspiraron. Un abrazo.
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