Infinitas partidas
A Miriam Zuleta y la fascinante personalidad de su padre
Un rostro surcado por las
líneas que llegan con los años. Yuxtapuestas, caminan en todas las direcciones.
De modo sobresaliente una sonrisa siempre al viento. Y esa jovialidad de niño que no calcula, que
no se queja, que no piensa.
Se escucha fuerte el caer de
las fichas en las tablas de la mesa, donde día tras día juega consigo
mismo, con su alter yo o con su amigo
imaginario. ―A sus casi 90 años ha vuelto a ser un niño dócil, alegre, desprevenido
y sin complicaciones.
―Terencio no se queja. ―Nunca
se le escucha un lamento, un reclamo, una querella―.
Camina determinado hasta el
balcón; y desde el cuarto piso del edificio donde vive con su hija y su nieta,
divisa los tejados añosos como él. Saborea el aire, se pierde por entre las
densas nubes del invierto, por las celestes del verano o por los destellos del
implacable sol; y, presagia soledades. ― ¡No deplora! ―Regresa a su cuarto y continúa
con su partida de dominó―.
Se vuelven a escuchar las fichas protestando ante las tablas de la mesa en su habitáculo. ―Es mi turno. ―No, es el mío. ―Han perdido la cuenta y se enojan, pues no saben quién lleva la mano. ―Un silencio corto denota que la desavenencia está zanjada―. Y sigue una partida, larga, sonora, incansable, animada. Y otra vez se revuelven las fichas, el marfil se calienta al roce de las manos contra la superficie. Manos tan marchitas, tan cansadas, tan ajadas, pero tan cálidas.
Bajan unas para levantarse otras. A una ficha le sucede la otra, en un monólogo insonoro, imaginado, que le mantiene la pasión por la vida en vilo.Entre series de infinitas
partidas le sigue una visita al baño: ― a sus años la vejiga no soporta muchos
líquidos. De regreso, llama por un café, por su elixir de la vida, ―como un
niño pidiendo un caramelo. Y de nuevo otra partida, otra batalla donde se
cuecen olvidos a la par que ilusiones.
Acude presurosa la solícita
hija y le lleva el café que él idolatra. ―Papá, ¿por qué se quitó el pañal? ―le
reclama ella en ese rol de madre a su crío inquieto―. ―Venga se lo pongo otra
vez porque no puede volver a mojar la cama. ―Y él se deja maniobrar―.
Otra vez el sonar de fichas que se deslizan por la mesa y se distribuyen a lado y lado, deshaciendo una partida ya empezada o iniciando una nueva, ¡qué más da! ― ¡Él no se complica! ―. Un murmullo denota que al oponente le corresponde empezar, así que levanta las fichas de enfrente con ambas manos buscando la doble 6. ―Y sonríe al ver que no la tiene. Al momento, levanta sus propias fichas y extiende la doble 6. Otra partida tiene lugar. Presuroso sigue el contendor y luego continúa él. Levanta las fichas de enfrente y extiende la correspondiente y luego las propias, y, así hasta completar la partida o hasta que uno de los dos pasa, para robar fichas de las que yacen al lado de la mesa; o, simplemente hasta que llega el olvido.
¡Termina otra partida y otra
vez las revoltosas fichas danzan en una fiesta sin fin!
―Papá, es hora de comer, ―le
anuncia la hija madre poniendo en la mesa un plato con una arepa de maíz
caliente y huevos revueltos que tanto disfruta, y que acompaña con una taza de
humeante y aromático chocolate. En un santiamén los consume. Se levanta y lleva
el plato y la taza a la cocina, en una ceremoniosa procesión, cual boy scout,
haciendo repicar la cuchara contra el plato, y entre voces de júbilo y
algarabía.
De regreso, aprovecha y se da una pasada por la sala donde su hija y su nieta departen con amigos. Cruza la sala, mientras molesta a alguno de los visitantes tocándole la cabeza o haciendo amague de lanzarle un puño. El implicado responde provocado por aquella dulzura y le invita a batirse en duelo. ―Todos ríen. Todos admiran a Terencio. ― ¡Y en silencio añoran envejecer con tanta dignidad, en tanta paz! ―.
Y Terencio regresa a su cuarto
a continuar su tarea de repasar puntos tallados, de aprovechar los minutos de
un día que sobreviene a otro y a otro. Y no se cansa de vivir. Luce pleno,
tranquilo, reposado.
Temprano, muy temprano marcha
al sueño, que concilia como un recién nacido en los tibios brazos de la madre,
hasta que de nuevo lo sorprenda con su luz el naciente día, para volver a iniciar
una nueva partida de dominós.
Tan bello Terencio. Yo quiero jugar unas cuantas partidas con él. Se nota que ha tenido una vida rodeado de amor y mucha comprensión. Sentimientos que obviamente él brindó primero. Un inmenso abrazo
ResponderEliminarAsí es, prima querida, Terencio ha dado mucho amor en su vida y por eso la vive hoy en paz y tranquilidad.
EliminarQue bien por don Terencio. Que bueno sería la historia de doña cene
ResponderEliminarTodo a su tiempo, prima, todo a su tiempo. Un abrazo.
EliminarQué simpático ése Terencio, me recuerda a mi abuelo Alejo...
ResponderEliminarTodo un personaje, así es Terencio, tanto así que me inspiró sobremanera.
EliminarQue hermosa historia escrita en forma agradable donde uno se transporta al lugar de los hechos y situaciones narradas. Un lindo homenaje al padre de vuestra amiga. Así es en vida hermano en vida, espero que algún día pueda escribir algo sobre mi.. Felicitaciones ��.
ResponderEliminarQuerido lector, gracias por tomarte el tiempo de leer el relato y comentarlo, cosa que aprecio. Toda una verdad la que expresas: en vida, hermano, en vida. Las flores se dan en vida. Un abrazo.
EliminarBuenas tardes Luis Fernando muchas gracias por tenerme encuenta siempre con esos hermosos cuentos mil gracias y mil bendiciones una bendecida tarde. Gladys Pulgarín.
ResponderEliminarGladys, gracias a ti por darte el tiempo de leerlo y comentarlo. Bendiciones en retorno.
EliminarMuy *humano* tu homenaje a don Terencio. Y *humana* suerte la que ganó Mirian con su padre.
ResponderEliminarGracias, Luis Fernando.
Lectura que es solaz para el espíritu. �� Yolanda Corredor.
Querida Yolanda, don Terencio es todo un personaje que le ha dado esperanzas a mi vida. Me ha dicho que es posible envejecer con dignidad y alegría.
EliminarExcelente amigo.. Un abrazo y mil bendiciones ������ Alemyr Rodríguez.
ResponderEliminarAlemyr querida, un abrazo para toda tu familia en la bella Trinidad.
EliminarQue genialidad, doctor. Muchas gracias. Todo un placer, doctor. Allan Averson
ResponderEliminarGracias, Allan, aprecio tu comentario.
EliminarSuper. Gracias mi hermano. Diego Pulgarín.
ResponderEliminarGracias a ti, Diego por leerme.
EliminarQue lindo todo lo q escribes hermoso ejemplo ♥️����Luzmila Molina.
ResponderEliminarAsí es, Luzmila querida, Terencio es un hermoso ejemplo de cómo envejecer con dignidad.
EliminarFelicitaciones por éste tema. Leer sobre alguien que uno conoce personalmente parece sentirse al lado de el. Haber jugado una partida de dominio con éste personaje es algo que siempre llevo en mi memoria. Felicitaciones nuevamente por haber tenido en cuenta a todo un señor que apreciamos y nos da un ejemplo de vida. Gilberto Zuleta.
ResponderEliminarCuanto me alegra don Gilberto que usted no sólo conozca a Terencio sino que haya compartido con él. Y así es, es un ejemplo de vida.
EliminarQue belleza, Myriamcita, se me aguó el ojo con tan bello relato de una vida hermosa, la vida de un ser maravilloso, de un padre inigualable. Elineth Quezada.
ResponderEliminarElineth, qué bueno que te has dejado tocar por este relato hasta el punto de las lágrimas. Terencio es un ser maravilloso, de eso no cabe duda.
EliminarQue hermoso.
ResponderEliminarNo hay palabras para describir lo que se siente una cuando sabe que esas personitas son parte de tú vida y que hace poco se reencontró con ella después de muchos años de vida.
Ver y leer es imaginarse lo hermosa que es su hija.
DIOS la bendiga y a ese ser hermoso DIOS le permita estar muchos años así de lindo. ❤️❤️❤️❤️Gisela Jaramillo Quintero.
Gisela, así es, en el retrato del padre queda evidencia del retrato de la hija. Gracias por dejarte tocar por este relato y por comentarlo.
EliminarQue hermosa descripción, me llena de regocijo y admiración. Gracias amigo, gracias abnegada prima, gracias tío por ese gran ejemplo de buen vivir, gracias vida. Luis Fernando Zuleta Diaz.
ResponderEliminarGracias a ti, tocayo por el reconocimiento que haces a estos dos seres excepcionales, a tu tío como ejemplo de buen vivir.
EliminarQue linda historia ,Dios los Bendiga 🙏 grandemente. Olga Lucia Aguirre Betancourth.
ResponderEliminarOlga Lucía, bendiciones para ti en retorno.
EliminarEs un bello texto para un ser maravilloso. Orlando Mateus.
ResponderEliminarGracias Orlando por el reconocimiento.
EliminarUn Hermoso y sentido escrito. Viviana Alexandra Bernal Rengifo.
ResponderEliminarGracias, Viviana por descubrir belleza y sensibilidad en este texto.
EliminarMaravilloso. Me encantó. Luz Stella Muñoz Marín.
ResponderEliminarStellita, querida, gracias por ser mi editora estrella.
EliminarHermoso. Maryluz Valencia García.
ResponderEliminarGracias, Maryluz.
EliminarUn homenaje Demasiado hermoso y orgullosa de ser ahijada de ese ser tan noble y maravilloso con quien toda la vida he tenido un vínculo.
ResponderEliminarA mi prima gran admiración por su dedicación a su adorable papá.
Gracias muchas, gracias Luis Fernando Sánchez por tan bella expresión de amor💕 Gloria Eddy Londoño
Gracias a ti, Gloria Eddy por dejarte tocar y emocionar por el relato.
EliminarGracias primito por compartir estas historias tan bonitas. María Cristina Estupiñán.
ResponderEliminarGracias a ti, prima querida por leerlas y animarme a seguir escribiendo. Feliz día.
EliminarLuisfer hermosa historia, como siempre haces con tus escritos que uno se meta de lleno en ellos..... Qué lindo Terencio se siente lo tierno que es. María Iris Peña.
ResponderEliminarIris, Terencio es un ser hermoso, un ejemplo de lo que es envejecer con dignidad y alegría.
EliminarTierna historia. Un abrazo. María Lady Hurtado.
ResponderEliminarQué bueno, María Lady que hayas visto la ternura en el relato.
EliminarEstimado Luis, gracias por compartir este gran regalo. Terencio nos invita a vivir de forma simple a valorar lo esencial y a experimentar el juego como la posibilidad de encontrarse con sigo mismo. Tu escrito cargado de magia y realidad, nos transporta y nos permite reflexionar sobre el sentido de nuestra existencia. Un abrazo
ResponderEliminarEstimado lector, gracias a ti por regalarte un tiempo de lectura y por comentarlo. Tus palabras me hacen bien. Y así es, Terencio es el retrato de cómo deberíamos envejecer, con tanta dignidad, en tanta paz. Otro abrazo de vuelta.
EliminarEscuchado su relato, que de algun modo se hace nuestro. La delicadeza y la belleza de la narración juntas en el relato. Mil gracias. José Delgado.
ResponderEliminarUn abrazo, Jose. Aprecio tu tiempo y tus palabras.
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