Mama. Un homenaje a mi herencia total
Mama
“Un
homenaje a mi herencia total”
“Mi madre era pequeñita/ como la menta o la hierba;
apenas echaba sombra/ sobre las cosas, apenas,
y la Tierra la quería/ por sentírsela ligera
y porque le sonreía/ en la dicha y en la pena”.
apenas echaba sombra/ sobre las cosas, apenas,
y la Tierra la quería/ por sentírsela ligera
y porque le sonreía/ en la dicha y en la pena”.
(Gabriela Mistral).
María Enelda Hurtado Leal (Sept. 15, 1932- Dic. 13, 1998) |
Voy a correr el riesgo de disertar acerca de mi madre (q.e.p.d.), tratando de ser objetivo, cosa difícil siendo yo el hijo consentido más pequeñito y dejando de lado los clichés, –mi madre es la mejor, dirán unos; como mi madre, ninguna, dirán otros; y tantos otros títulos que se les ocurren a aquellos y a la literatura-.
Intentaré unas líneas de la que fue singular, empezando por su bello nombre, María Enelda Hurtado Leal, potente como el eneldo, usado en la poesía de tiempos inmemoriales para
perfumar las manos de la bella Dica, “…ponte
guirnaldas, oh Dica/ por tus graciosos cabellos/ tras enlazar con tus manos
suaves los tallos de eneldo/ que hasta las flores las Gracias siempre felices se
acercan…” (‘Ponte guirnaldas, Oh Dica’, Safo, 580 a. C.).
A la izquierda, mi madre y sus hermanos Cenelia y Reinaldo. |
¡Tantos posibles títulos para este post! Ni siquiera “Todo sobre mi madre”, nombre de la película del español, Pedro Almodóvar (1999), que encuentro pleno y envolvente, me convenció; el contenido no le hacía honor a mi protagonista. “Madre solo hay una y aquí están todas”, Raquel Días Reguera (2013), bastante trillado, -con el perdón de la autora-. Tampoco, “Tú no eres como otras madres” de Angelika Schrobsdorff (2016), que parafrasea al tan sonado, ‘como mi madre, ninguna’. No me sedujo “Paula” de mi admirada Isabel Allende (1994), por ser demasiado específico como también la historia que narra. Ni “Nueve lunas”, Gabriela Wiener (2009), por dedicarse exclusivamente al tema maternidad. “Poemas de las Madres”, de nuestra nobel de literatura latinoamericana, Gabriela Mistral, (1950), me inspiró mucho.
La joven 'Melda' o 'Meldita', como cariñosamente fue llamada toda su vida. |
Basado en que, ‘menos es más’ y buscando algo breve, sonoro y contundente, me encontré con que “mama” en inglés, sin tilde y ramplón, me sonó, a la manera de los raperos anglosajones, al título más apropiado. Y la versión ‘Mama’ de Il Divo (2004), que me encanta, me lo ratificó. Así que, “Mama” y, ‘un homenaje a mi herencia total’, me hicieron feliz. -La parte de la herencia recibida de mi padre la dejaré para otro post-.
Mujer, esposa… y madre
'Meldita' acompañada de su hermana Cenelia. |
Mi madre, antes que nada fue mujer y esposa, después madre; nunca como “Medea”, la madre de la tragedia de Eurípides (406 a. C.), quien matara a sus hijos en venganza por el desamor y ultrajes recibidos de Jasón. No como la rigurosa ‘Bernarda’ en “La casa de Bernarda Alba” (Federico García Lorca, 1936); o como la del amor fatal, “Ana Karenina” (León Tolstoi, 1877). Quizás tampoco como la “Madre Coraje y sus hijos”, de Bertolt Brecht (1939), que transformara sus valores para proteger a su especie.
Quizás sí, como la madre en “El amante”, "creo que siempre o casi siempre en la infancia la madre representa a la locura. Nuestras madres siempre permanecen como las personas más locas y extrañas que jamás hemos conocido" (El amante, Marguerite Duras, 1984). La
complejidad de sus vidas y de las vidas en sus manos, las llevan a tomar las
más desafiantes decisiones, no siempre cuerdas.
Sí como la madre curtida por ésa experiencia que dan los años, “Madre, cuéntame todo lo que sabes por tus viejos dolores” (Cuéntame, madre. Gabriela Mistral, 1899-1957). Sí como la mujer fuerte y trabajadora, “segar te vi en Enero los trigos de tu hijo/ y sin comprender tuve en ti los ojos fijos/ agrandados al par de maravilla y llanto”. (La mujer fuerte, Marguerite Duras).
Izquierda a derecha adelante: la abuela Fabiola Turriago y mi madre. Atrás derecha a izquierda: mis hermanos Aida Luz y Jairo. |
Sí como la madre curtida por ésa experiencia que dan los años, “Madre, cuéntame todo lo que sabes por tus viejos dolores” (Cuéntame, madre. Gabriela Mistral, 1899-1957). Sí como la mujer fuerte y trabajadora, “segar te vi en Enero los trigos de tu hijo/ y sin comprender tuve en ti los ojos fijos/ agrandados al par de maravilla y llanto”. (La mujer fuerte, Marguerite Duras).
Definitivamente sí, como la rosa de Borges, “de las generaciones de las rosas/ que en el fondo del tiempo se
han perdido/ quiero que una se salve del olvido…” (Una rosa. Jorge Luis
Borges (1899-1986). O como la madre, ama de casa abnegada que alista
el pan para los hijos, “la mesa, hijo
está tendida/ en blancura quieta de nata/ y en cuatro muros azulea/ Dando
relumbres, la cerámica/ Esta es la sal, éste el aceite/ Y al centro el pan que
casi habla” (La casa. Gabriela Mistral).
Apuntes
biográficos
Ya algunas líneas
sobre la vida de mi madre he lanzado en mi post “Nací pobre, pero rico en gustico”. Añadiré, que mi ‘Meldita’, mi progenitora de baja estatura, nació el 15 de
septiembre de 1932, en Calarcá, Quindío. Vivió en la vereda El Carnicero, en la
finca Altamira, en 'Casa de Número', propiedad de sus padres, ubicada ahí cerca, en Córdoba, también
en el Quindío.
Mis abuelos Escidelia Leal Navarro y Jesús Antonio Hurtado Morales. |
La suya fue una
familia tradicional, con ciertos privilegios, cumplidora de los deberes
ciudadanos a ultranza, en donde se hacía lo que el padre, y en este caso, sobre
todo lo que la madre decía, -no olvidemos que una herencia antioqueña, matriarcal
por excelencia, marcaría a las familias de esta parte del país-.
Mi madre acompañada por sus hermanos, a su derecha, Jesbán; atrás, Cenelia vistiendo sombrero y gafas; y a su derecha, Gilberto Sánchez, mi padre. Atrás, varios de sus sobrinos. |
Su Familia compuesta por, Escidelia Leal Navarro, su madre y Jesús Antonio Hurtado Morales, su padre; dio como fruto doce hermanos, entre los que ocupó el séptimo lugar mi madre, (Ovidio, Reinaldo, Héctor Emilio, Ramiro 1, Evelio, Ataulfo, María Enelda -en su partida de nacimiento su segundo nombre es escrito con M, Emelda y en su cédula como N, Enelda, yo me quedo con María Enelda-, Cenelia, Jesbán, Ramiro 2 (nombre dado para recordar a Ramiro 1 que ya había muerto), Ilda Rosa e Isabel).
Primera comunión de mis tíos Ovidio y Reinaldo (aún en la edad de pantalones cortos). |
Mi tío Reinaldo, cultivando su pasión por los perros. |
A este número, una vez viudo mi abuelo, se le adicionan cuatro más de su matrimonio con la abuela Fabiola Turriago, también viuda, y quien aportara tres niños más que ella traía de su primer matrimonio. Como quien dice, “los tuyos, los míos y los nuestros”, para parafrasear el título de la película de 1968 del director norteamericano, Melville Shavelson, reencauchada en el 2005 por Raja Gosnell, con el mismo título.
Hermanos de Meldita. Izquierda arriba: Ovidio, Cenelia y Jesbán. Izquierda abajo; Jesbán y Reinaldo, Evelio y Ataulfo. |
Mi abuela Exidelia muere en trágicas circunstancias. Verán ustedes, atacada por un perro con rabia, mordida que les tocó también a mis dos primos Lyda e Iván, -estos se salvan, mientras que la abuela, no obstante su salud de acero, fallece por complicaciones-, marcarían profundamente a Meldita. La herida, y los consabidos síntomas de la rabia, terminarían tempranamente con la vida de su madre, apenas a la edad de 45.
De izquierda a derecha: La abuela Escidelia y mis primos Lyda, Iván y Ofelita sentada en las piernas de su madre, Sra. Ofelia, en la finca Altamira, Córdoba, Quindío |
La tragedia no daría
tregua. Uno de sus hermanos, Héctor Emilio,
en sus 48, de carácter bohemio él e incapaz de superar la pena por la muerte de
su madre, se entrega entre tragos a una especie de ruleta rusa, en el bar ‘El Cóndor’ de Calarcá. A él le toca en
suerte y, sobre todo en deseo, la única bala de una pistola, que en acto acordado
con uno de sus mejores amigos, atraviesa su cabeza. –Mi tío convenció a su amigo
dispararse mutuamente y al tiempo. Pero él ya tenía todo planeado, su decisión sería
no disparar a su amigo, quien sí cumpliría con su parte del trato-. Este hecho
le abonó lágrimas y muchos problemas a la ya adolorida familia.
Su padre, ayudado por
los hermanos mayores se encarga de educar a los menores, que para el caso de mi
madre no sería tarea fácil. Ella deja la escuela cuando es obligada por una de
sus maestras a llevar dos ladrillos en sus manos, mientras en posición egipcia,
era arrodillada en granos de maíz, según la usanza de la época, ¡alguna pequeña
travesura para tan grande castigo!. ‘La letra con sangre entra’, de entonces y que aún
perdura en algunas partes, haría que mi madre tuviera sus reservas por la educación tradicional.
Sin embargo, la bella
caligrafía y los conocimientos en arte (bordado) y enfermería que aprendiera, marcarían
su vida total, a la vez que la convertirían en maestra empírica, “la maestra era alegre. ¡Pobre mujer
herida!/ Su sonrisa fue un modo de llorar con bondad/ Por sobre la sandalia
rota y enrojecida/ Era ella la insigne flor de su santidad/ ¡Dulce ser! En su
río de mieles, caudaloso/ Largamente abrevaba sus tigres el dolor. Los hierros
que le abrieron el pecho generoso/ ¡más anchas le dejaron las cuencas del
amor!” (La maestra rural. Gabriela Mistral).
Atrás izquierda: Mi madre, mi abuela con mi primo Iván en brazos. Al frente, mi tío Evelio a caballo. |
Su padre muere de un
infarto en 1969, a la edad de 75.
Pedida
en matrimonio
A sus 27, en 1960, más bien tarde para el estilo de aquellos días, lo que dice del espíritu libre y en avanzada de Meldita -mi tía
Aurora, tía de mi madre, fue casada a los trece y 19 hijos y otros
tantos que no vieron la luz, hicieron de su vida un parto continuo-; contrae matrimonio
con Gilberto Sánchez Jaramillo de 21, quien la encuentra entonces como una mujer seria, virtuosa y con un muy 'bonito modo de ser'.
Mi padre antioqueño y emprendedor no logra desdibujar, pero sí encarar esa tragedia que marcaría sus vidas. Apenas superadas las cortas mieles, nace su primogénita, 'Nubia', quien con apenas meses, muere a causa de una extraña enfermedad que conmocionaría a la familia toda. De esta unión nacerían cinco niños más, -Aida Luz, Gilberto Antonio, Jairo y Jhon Javier, mis hermanos amados-, y yo, por supuesto.
Durante ésos primeros años vivirían primero en 'Casa de Número', en Córdoba, hasta la muerte de 'Nubia', mi primera hermana; luego en 'Bohemia', en otra de las fincas de su padre, 'Casa Elda', en Calarcá, por 11 años; y luego, otra vez por 6 años en Córdoba, hasta la muerte de su padre y repartición de bienes.
Mi padre antioqueño y emprendedor no logra desdibujar, pero sí encarar esa tragedia que marcaría sus vidas. Apenas superadas las cortas mieles, nace su primogénita, 'Nubia', quien con apenas meses, muere a causa de una extraña enfermedad que conmocionaría a la familia toda. De esta unión nacerían cinco niños más, -Aida Luz, Gilberto Antonio, Jairo y Jhon Javier, mis hermanos amados-, y yo, por supuesto.
El joven Gilberto Sánchez Jaramillo, mi padre, en sus 21. |
Durante ésos primeros años vivirían primero en 'Casa de Número', en Córdoba, hasta la muerte de 'Nubia', mi primera hermana; luego en 'Bohemia', en otra de las fincas de su padre, 'Casa Elda', en Calarcá, por 11 años; y luego, otra vez por 6 años en Córdoba, hasta la muerte de su padre y repartición de bienes.
Colcha
de retazos
De aquellos días y de
los días de mis hermanos, recuerdo los años vividos en Alcalá, Valle y el inicio del que fuera el próspero negocio de la familia, por un tiempo. Aquél granero de pueblo que llenaban los campesinos en fin de semana y que con olor a boñiga y en medio de relinches de mulas y de caballos, alegraron mis primeros años.
Recuerdo con gozo cuando bien bañados, arreglados y los cabellos en su lugar, los cinco niños éramos llevados de la mano a la misa temprana del domingo, –la verdad, a mis hermanos mayores los llevaban a regañadientes y a mí a dormir-. Nomás terminar el acto religioso, sagradamente mi padre se dirigía a comprar carne, hígado, bofe y pajarilla frescos, que al instante convertía mi madre en el plato familiar más delicioso que jamás mi paladar haya probado otra vez.
Recuerdo con gozo cuando bien bañados, arreglados y los cabellos en su lugar, los cinco niños éramos llevados de la mano a la misa temprana del domingo, –la verdad, a mis hermanos mayores los llevaban a regañadientes y a mí a dormir-. Nomás terminar el acto religioso, sagradamente mi padre se dirigía a comprar carne, hígado, bofe y pajarilla frescos, que al instante convertía mi madre en el plato familiar más delicioso que jamás mi paladar haya probado otra vez.
Aquella salsa de
carnes en su punto, sabrosa en sus jugos, abundante en sus especias, fresca de
amores. Aquel chocolate espumoso, ése queso fresco y aquella mantequilla recién
batida, -comprados al campesino que pasaba los domingos a primera hora por mi
casa-, sumados al jolgorio dominguero, aún puedo olerlos y vivirlos.
Los pequeños
reclamábamos por dobles raciones, que yo alimentaba con pequeñas peleas y que
mi hermano Jhon Javier, el Tom Sawyer de la casa, hacía efectivas,
–'mamá, ¿por qué le diste más a Jairo?
¿Por qué la arepa de Gilberto Antonio
es más grande? ¡A mí siempre me dan el queso más pequeño!'-, salían de su voz
infantil, callada al instante por la voz cortante de mi padre-.
Ésas deliciosas
arepas con olor a ancestro y a tierra cocida; otras veces ésos calentados de
fríjoles trasnochados con huevos revueltos, aquella salsa de carnes del festín dominguero, no
puedo ni quiero olvidar. Viene a mi mente ligero el verso prolijo, “con el recuerdo vago de las cosas/ Que
embellecen el tiempo y la distancia/ Retornan a las almas cariñosas/ Cual
bandadas de blancas mariposas/ Los plácidos recuerdos de la infancia.
(Infancia. José Asunción Silva 1865-1896).
Me saben esos
cigarros prohibidos que mandaba mi Meldita
a traerle encendidos desde la cocina y con los que recibí mis primeras
lecciones de un vicio que ella dejó –gracias a los nuevos inventos provistos
por mi prima Nubia Estupiñán-, consistentes en filtros que
la hacían parecer una estrella de cine, y al que yo, por fortuna no pude
habituarme.
Me resisto a olvidar aquellas procesiones de hermanos, cuando mi madre nos mandaba a los vecinos, a llevar natillas y bueñuelos empezando diciembre y más tarde en Navidad, tamales y dulce de papaya; y quienes nos devolvían con similares raciones. Aquellos alumbrados llenos de luz y de color, que esperábamos ansiosos con nuestros amigos, cuando hacíamos cuentas alegres acerca de traídos y promesas por buen comportamiento.
Izquierda, Gilberto Antonio, Aida Luz, Jairo, Meldita, Jhon Javier y yo. |
Me resisto a olvidar aquellas procesiones de hermanos, cuando mi madre nos mandaba a los vecinos, a llevar natillas y bueñuelos empezando diciembre y más tarde en Navidad, tamales y dulce de papaya; y quienes nos devolvían con similares raciones. Aquellos alumbrados llenos de luz y de color, que esperábamos ansiosos con nuestros amigos, cuando hacíamos cuentas alegres acerca de traídos y promesas por buen comportamiento.
El gusto de mi madre por los pequeños
deleites a la hora de la merienda; caspiroletas, coladas de maicena, postre de
leche cortada, arepitas rellenas con huevitos con cebollas y tomates,
jugositos, chorreando por mis manitas, hacían mis ajetreadas tardes de juegos y tareas
infantiles, más llevaderas. Arroz con leche para provocar suspiros y reacciones
cargadas de besos, con extendido olor a canela y clavos y unas gotas de
vainilla, -no sé si ella le ponía, puedo adivinarlo ahora por el sabor y olor
del amor que recuerda mi paladar-, me arrancan más versos prestados, “Ay mamá, cómo pude/ Vivir sin recordarte/
Cada minuto mío?/ No es posible. Yo llevo/ Tu Marverde en mi sangre/ El
apellido/ Del pan que se reparte/ De aquellas Dulces manos/ Que cortaron del
saco de la harina/ Los calzoncillos de mi infancia/ De la que cocinó, planchó,
lavó, sembró, calmó la fiebre…” (La mamadre, Pablo Neruda 1904-1973).
Mantengo el sabor y
el olor de aquellas sopas que aliviaron mis fiebres y calmaron mis rabietas al
llegar de la escuela. Mis lágrimas de cocodrilo cuando al verlas humeantes
desencajaban mi mirada, y ella, al verse sobornada, se ponía cerquitica enjugándome las ya abundantes y dramáticas lágrimas, rozándome las mejillas y, enfriándome la sopa al instante.
Hoy me saben a gloria
aquellas sopas de arroz con verduras y albóndigas de carne; las de avena con trozos de pollo que aún amo; aquel caldo de pollo para curar
heridas del cuerpo y del alma; el laborioso y soñado sancocho de gallina campesina cocido en leñas y sus fríjoles, que te hacían pensar más en el desayuno del
siguiente día que en saciar el hambre del almuerzo. ¡Qué decir de su deliciosa
sopa de tortillas!
¿Cómo olvidar el
arroz de leche con galletas de soda en jueves y viernes santo, cuando Meldita, por vigilia y por devoción, se alzaba en huelga de cocina? No puedo olvidar
aquél silencio monástico que debíamos observar en casa, mientras que en la
radio se escuchaba con atención obligada el ‘sermón
de las siete palabras’. Tampoco el rostro rojo camarón de mis hermanos y el
mío, pintado por un sol inclemente, cuando como penitentes, debíamos caminar el ‘viacrucis’. Aquella retahíla de 'Jesús', convertida en 'quesus' que los infantes ente risas y devoción entrelazaban hasta completar los mil Jesuses del 3 de mayo.
¿Cómo olvidar aquel
amargo brebaje de brujita pueblerina, que para purgar a los niños terminado el
año escolar nos hacía beber, enfilados cual corderos en llanto? ¿Ese menjurje
de paico con cebollas y ajo que no lográbamos mantener por un segundo en el
estómago? ¿Aquel amargor de emplastos elaborados con plantas por ella cultivadas
en el patio grande de la casa familiar, ya para el dolor de
estómago, de muelas resabiadas y de uñas encarnadas? Por ello exclamo ahora, “Dame tu ciencia de amor ahora, madre”
(Cuéntame, madre. Gabriela Mistral).
De
las virtudes de una señora
Su entrega a la comunidad no tenía hora
ni medida; Meldita era humanitaria en extremo. No hora inoportuna para visitar a los
enfermos ni llaga o herida más pútrida que lavar y sanar, y manos más tiernas he vuelto a sentir, cuando con pañitos curó mis fiebres infantes. Ni la
penumbra más espesa la detuvo para salir a prestar un servicio, sin pedir
nada a cambio. Con su kit de inyectología se le veía surcar caminos y laderas,
presurosa a curar heridas y acompañarlas de consejos.
De derecha a izquierda: 'Meldita' y sus sobrinos, Yolanda, Martha, Albeiro y su hija Mónica, Estella, Julieta y Cristina. |
Los más jóvenes acudían a ella en busca de palabras sabias y ella los alimentaba como si de sus
propios hijos se tratara. Siempre había comida de más en casa, -‘alguien puede llegar en cualquier momento’, decía-. Aquellos recuerdos se me convierten en
más versos, “los niños se la querían/ los viejos y la
hierba/ la luz que ama la gracia/ la busca y la corteja. (Madre Mía.
Gabriela Mistral).
Izquierda a derecha: Mis hermanos Gilberto y Aida, mi cuñada Deisy, mi hermano Jhon, y yo junto a mi madre. |
Tiempos difíciles
Por esas cosas de la vida de los
padres que sólo ellos saben y en las que los hijos debemos mantenernos al
margen, mi padre decidió usar sus alas y hacer un nido en otro nido. Esto
ocasionó un profundo dolor en Meldita,
quien estuvo a punto de la locura. Nuestros días, ya en adolescencia, se
tornaron turbios y largos, y por más besos y versos, no logré curar tanta amargura.
Aquella
depresión de la que fui testigo y de la que escapé imitándola, a través de mi trabajo
voluntario en la Cruz Roja y en cuanto grupo de arte y rezo encontré, me laceraron
el alma entonces. Aquellas lágrimas que producían las mías, no podía soportar y hubiera
dado mi vida para evitarlas, pero a mi corta edad no lograba entender que aquel desamor era el padecimiento de mi madre,
“la luna luminosa huyó con las Pleyadas/ la noche silenciosa ya
llega a la mitad/ La hora pasó, y, en vela/ sola en mi lecho, en tanto/ suelto
la rienda al llanto/ sin esperar piedad” (Safo).
Aquellos días que dolieron y que ahora son
sólo pasado, me hacen pensar en la tragedia que marcaría la vida de mi madre y
quizás una parte de toda existencia humana. La pérdida fue constante, pero como ésta que tomó tiempo en devolvérnosla, ninguna. Gracias a su
capacidad de hacerse desde las cenizas como el Fenix, mi madre, retornado el
esposo exclama, “sigue siendo mi amigo pero busca una esposa más fresca..." (Safo). El perdón se convierte así en armadura
y la sensatez en su espada.
‘No hay mal que dure cien años ni
cuerpo que lo resista’, reza el adagio popular y lo proclama
la vida misma. Meldita logra cultivar
alas y renovada en ésa libertad e intrepidez de sus años mozos, recrea su vida
admirablemente, sin rencores, con una lucidez que sólo almas nobles logran y
más humanitaria que nunca. Ahora se dedicaría a hacer parte activa de cuanto
grupo de señoras y beatas encuentra y a duplicar su bien hacer. Rejuvenecida se
le ve ya cantando, ya bailando y en paseos sin par.
La vida la sorprende de nuevo con la noticia de un cáncer de útero
que descubierto a tiempo, no logra apaciguar el fuego renovado de sus años,
pero que sí le aporta más amor y comprensión para dar a los enfermos, “Madre, cuéntame todo lo que sabes por tus
viejos dolores” (Cuéntame, Madre. Gabriela Mistral).
A sus 67 años, en Cali, Valle del Cauca, 13 de diciembre de 1998, muere a causa de un
motociclista en estado de embriaguez, que embistiéndola brutalmente le ocasiona
una muerte instantánea. ¡La imagen de la tragedia nos encara de nuevo! Durante
la ceremonia del sepelio, tomé fuerzas de no sé dónde e invité a todos, amigos,
-aquellos adolescentes que alimentó antaño, ya crecidos llegaron a darle un
último adiós-, familiares y allegados, a recordarla siempre como la
mujer fuerte y luchadora, modelo de humanidad y de entrega, de paciencia suma y
alegría medida. A guardar en la memoria el recuerdo de la mujer, la esposa y la
madre dedicada, a la persona capaz de sacrificio en extremo y entrega
inmediata.
Después me desplomé en un dolor profundo en el que habitó un pequeño gozo. 'Nada malo podría seguir para quien había amado sin límites', me dije. Ésa era la definición de mi madre, que me dio calma.
Después me desplomé en un dolor profundo en el que habitó un pequeño gozo. 'Nada malo podría seguir para quien había amado sin límites', me dije. Ésa era la definición de mi madre, que me dio calma.
Hoy, cuando busco tu recuerdo siento que, “…a veces no vas al lado mío: / te llevo
en mí, en un peso angustioso/ y amoroso a la vez.../ sin decir el secreto
doloroso: /que yo te llevo hurtada a dioses crueles/ y que vamos a un Dios que
es de nosotros”. “Y cuándo es que viene y llega/ una
voz que lejos canta/ perdidamente la sigo/ y camino sin hallarla”. (La fuga y Madre mía.
Gabriela Mistral). Entonces puedo afirmar que, “Es verdad, no es un cuento/ Hay un Ángel
guardián/ Que te toma y te lleva con el viento/ Y con los niños va por donde
van”. (El Ángel guardián. Gabriela Mistral). Así fue mi ‘Mama’, mi herencia total.
PS: Agradecimientos especiales: A mi padre, a mis hermanos y demás familiares y amigos quienes me regalaron sus recuerdos fehacientes y me aportaron muchas de las fotos que ilustran este post.
Muy bueno el de Meldita, casi me hace llorar. Gran mujer, la quise como mi propia abuela. Edison Bedoya.
ResponderEliminarQué bueno, Edison que lo hayas leído, yo disfruté mucho escribiéndolo. Fue una mezcla de sentimientos, pero al final, prevaleció la alegría.
EliminarQué placer leerte, un abrazo. Juan Carlos Arroyave.
ResponderEliminarJuan, gracias por leerme y seguirme. Un abrazo.
EliminarPrimo, personas como tu, son las que nos motivan a salir adelante, a pesar de las dificultades. Felicitaciones por tu nuevo post, hermoso homenaje a tu mamita, sin palabras. Un abrazo
ResponderEliminarMi querida prima, María Ledy, gracias a ti por toda la ayuda que me brindaste, por toda la información que me facilitaste y por la generosidad de tu tiempo. Un abrazo.
EliminarLeí con mucha calma tu profundo y amoroso homenaje. Desde allá... donde su espíritu goza de la Paz, estará esperándote para continuar la historia. Alba Luceny Tejada.
ResponderEliminarGracias Alba Luceny por leerme y por tus bellas palabras.
EliminarMuy lindo homenaje a mi tía Melda, no sabía de Nubia , tu hermanita , y me acuerdo tanto de Melda cuando íbamos a visitarla, era una anfitriona de maravilla, nos atendía muy bien , que llegábamos a casa , llenas las barriguitas de todas las delicias que nos daba Melda. También sentí nostalgia al leer todo, que hasta las lágrimas rodaron por mis mejillas. Gloria Hurtado.
ResponderEliminarGlorita, no te imaginas todo lo que sentí escribiendo este post. Al final, solo un gozo grande por haber tenido la oportunidad de amar sin límites a mi madre. un abrazo.
EliminarQue lindo todo lo que está haciendo, ¡Bravo! Luzmila Molina.
ResponderEliminarGracias tía, por leer el post y por sentirlo.
EliminarComo testigo presencial de toda la investigación de Meldita y estar presente en muchas de las conversaciones familiares el resultado es una de las mejores lecturas que he visualizado en mi vida. Meldita una mujer inolvidable para tus hermanos y los que la conocieron e inspiración para los que hacemos lectura de esta maravillosa narración...Mil Bendiciones para Meldita en el otro plano donde este....
ResponderEliminarMi querido Flavio, gracias por tu paciencia y por tus ideas, por tu disciplina para recoger fotos, mejorarlas y, sobre todo, para captar detalles que a simple vista no aparecen con facilidad. Un abrazo.
EliminarPrimo, felicitaciones por tan excelente narrativa que es clara y concisa dónde florece el sentimiento. Ivan Hurtado.
ResponderEliminarGracias a tí, primo por toda tu ayuda. Un abrazo.
EliminarQué recuerdos tan lindos!, qué escrito tan especial!en en los que se recrea la vida de un ser excepcional, un ser que nació para entregarse totalmente, un ser que fue especial con todos, empezando por sus hermanos, en especial por su hermanita, por la que se regalaba para ser castigada con tal que no se la tocaran.
ResponderEliminarLuego demostró cómo es la mejor madre del mundo.
Hoy ella sigue viva en cada uno de sus familiares ya que tanto amor alcanza para muchas generaciones.
Gran escrito primo. Felicitaciones
Gracias a ti, prima secreta, pues no quedó tu nombre, seguro que eres de la casa de mi tía Cene. Gracias por leerlo con devoción y emoción y por el reconocimiento del amor por tu tía, Meldita.
EliminarQue hermosa, muy merecido. Elizabeth Beltrán.
ResponderEliminarGracias Elizabeth por leerlo, la verdad es que desde que estaba en el Buen Consejo, quería escribir algo para mi madre y, finalmente lo hice. Un abrazo.
EliminarUna lectura que me ha conmovido profundamente. Maravilloso homenaje a tu madre, Meldita. Te abrazo con el corazón.
ResponderEliminarUna lectura que me ha conmovido profundamente. Maravilloso homenaje a tu madre, Meldita. Te abrazo con el corazón. Patricia C.
ResponderEliminarMi querida Patricia, así fueron nuestras madres, una fuente rica de inspiración. Aún sin su presencia siguen conmoviéndonos. Un abrazo grande.
EliminarMuy lindo homenaje, lleno de mucho amor ... me acorde mucho de ella, de lo poco que pude compartir .... me hizo entrar en reflexión y más por todo lo que he vivido, estoy viviendo y seguiré viviendo junto a mi madre ... gracias por compartir esa historia, tu historia ... por aflorar esos sentimientos tan íntimos y dejarlos conocer de todos ... mil y mil gracias, amigo .... te quiero mucho. Rodolfo Restrepo.
ResponderEliminarMi querido amigo, eso es lo que producen nuestras madres en nosotros, un amor profundo por la existencia y una reflexión constante sobre lo que vamos viviendo. Un abrazo.
EliminarMi querido amigo, gracias por ser tan fiel lector de estas historias. Qué bueno que ayuden en algo, que nos hagan reflexionar. Un abrazo
EliminarQuerido Luisfer, exquisito y maravilloso relato. Tu mami estaría orgullosa de este amoroso homenaje que le hiciste. Síguenos deleitando con tan maravillosas historias. Juan Guillermo Londoño.
ResponderEliminarMi querido Juan, qué generoso eres. Gracias por tus palabras tan bellas. Un abrazo, amigo.
EliminarQue bellos recuerdos fer, Meldita que gran mujer y que hermosa. Felicidades..
ResponderEliminarQuerido amigo, sí, más allá de que fue una madre excepcional, fue antes que nada un ser humano maravilloso del que aprendí mucho. Un abrazo.
EliminarGracias hermanito por ese homenaje tan lindo ha nuestra madrecita querida tan lleno de tanto amor que desde el cielo ella está con nosotros cuidandonos,te quiero mucho un abrazo
ResponderEliminarHermana mía, Aida Luz, gracias a tí por regalarme tus recuerdos tan vívidos y por dejar que los usará en este post. Un abrazo.
EliminarQue bonita y emotiva historia que nos llega muy adentro de nuestros corazones, nos demuestra la unión que siempre ha habido en nuestra familia y que nos enorgullece. Abrazos. Liliana Hurtado.
ResponderEliminarMi querida prima, gracias mil por leerme y por regalarme tantas fotos bellas, que considero un tesoro valioso. Gracias por tu tiempo valioso. Un abrazo.
Eliminarhola hermano qué bonitos recuerdos me rei y llore recordando a mi madre un ser maravilloso eselente escrito un abrazo se le quiere
ResponderEliminarJhon, hermano del alma, qué bueno que lo hayas leído y que te haya sacado sonrisas y lágrimas, no es para menos con la maravillosa madre que tuvimos y de la que debemos sentirnos orgullosos. Un abrazo.
EliminarTan lindo, no sabía que teníamos un Escritor en la familia. Muy lindo el homenaje a tu querida Madre y nuestra querida y recordada Tía. Muchas gracias por tan bonitos recuerdos. DIOS te bendiga siempre. Un abrazo mi querido Primo. T. Q.M. Lyda Hurtado.
ResponderEliminarTan linda tu, querida prima. Gracias por leerme y por tus bellas palabras. Un abrazo.
EliminarRecordar es vivir y que mejor que la vida de tu adorable madre, yo personalmente la recuerdo como una gran mujer con una gran humildad, adorable, amorosa, servicial y espiritual, es difícil aceptar que ya no esta con nosotros, pero si lo analizamos bien, Dios la quiso tanto que no dejó que sufriera y quiso tomarla de una vez en sus brazos, como ella lo hizo con sus cinco bendiciones (Aida, Gilberto, Jhon, Jairo y Fernando); para protegerlos a quienes crió, con todo el amor y heredó en cada uno algo de ella....el gran don de servir a los demás, yo me siento feliz de tener a mi lado uno de esas bendiciones, quien tiene mucho de ella! . Mi querida Meldita, te recuerdo con mucho cariño! Deisy Peña.
ResponderEliminarMi querida Deisy, qué bellas palabras! Gracias por regalármelas y por todo el cariño que me das. Un abrazo.
EliminarBuena noche mi apreciado amigo,fue muy placentero leer ese escrito sobre tú querida madre. Te felicito por la esquicitez de la narración, el amor y la pasión reflejada en cada palabra o referencia alusiva a lo que querias decir,se ve tú bagaje por los libros. Gracias por participante de esa rica producción literaria salida desde lo más profundo de tú corazón como un homenaje y reconocimiento a ser maravilloso llamada " madre ". Evoqué con nostalgia a la mia. Un abrazo.
ResponderEliminarMi querido Guillermo, gracias por la amplitud de tus palabras. Qué bueno que evocaste a tu propia historia y a tu propia madre. Un abrazo, amigo.
EliminarMamma mia, qué vena la tuya de escritor...gracias por compartir este nuevo post de homenaje a tu madre, transmites en él amor y alegría, ese mágico encanto capaz de seducir almas esquivas. Desde niña he tenido gran amor por la lectura y ahora que llega el otoño de mis dias, confieso que disfruto mucho leyendo tus relatos y vivencias. Espero por muchos años este gusto de leerte. Un abrazo Luis Fernando, que sigan las bendiciones en tu vida.
ResponderEliminarMi querida Ernestina, qué generosa eres! Tus palabras seleccionadas para describir lo que sentiste leyendo esta historia me halagan. Gracias por estar ahí siempre, en una sociedad que cada vez lee menos texto y sí, mucha imagen y encabezados. Gracias por ser fiel seguidora. Un abrazo.
EliminarTío, es inexplicable la mezcla de sentimientos y recuerdos borrosos que aún tengo de la abuela, aún recuerdo sus coladas en las tardes, sus mimos y protección cuando me regañaban, gracias por escribir sobre ella, compartiendo todos esos recuerdos y toda esa historia que no conocía.
ResponderEliminarAndresito, gracias a tí por haber dado tanto amor a la vida de tu abuela. Sé que tu llegada a este mundo la llenó de gozo, al igual que los otros nietos que conoció y, de seguro los otros que no vieron sus ojos. Aprecio tus palabras y me alegro de que hayas leído ésta que también es tu historia. Un abrazo, sobrino querido.
EliminarBuenos noches, mi amigo Luis Fernando, estoy muy sorprendida y te felicito tan maravilloso homenaje a tu mama Doña Emelda, una gran amiga, vecina de. nuestro lindo pueblo Alcala,un abracito. Martha Yaneth Alzate.
ResponderEliminarMi querida Martha Yaneth, qué alegría me da leerte por estos lados. Cuántos gratos recuerdos! Espero que nos veamos pronto. Un abrazo.
EliminarEsa foto es divina, gracias por compartir estos recuerdos, me alegró ver a mi abuelita cuando era una bebé. Mónica Cortes.
ResponderEliminarHola Mónica, qué bueno que te gustó. Sí, son bellos recuerdos de nuestra querida familia.
EliminarElla fue una super madre, tia, hermana y una gran mujer y por siempre la recordaremos. Alba Mery Hurtado.
ResponderEliminarMi querida prima, gracias por tus palabras tan lindas para Meldita. Espero que hayas leído el artículo completo del homenaje a ella. Un abrazo.
EliminarQue foto tan linda!
ResponderEliminarUn bonito homenaje a mi querida hermana.
Recuerdos muy bonitos que nos llenan de nostalgia. Lucelly Hurtado.
Mi querida tía, gracias por tus palabras para tu hermanita, Meldita. Para ella todos los homenajes por una vida dedicada al amor.
EliminarFer, me alegra enormemente poder saber un poco mas de de ese ese ser hermoso que no tuve el placer de conocer tanto. Pero gracias a esos textos que haces llenos de experiencias, reflexiones y ganas de compartir; puedo reconocer el gran legado que dejó representado en las grandes personas que son uds, sus hijos.
ResponderEliminarSergio Castro P.
Mi apreciado Sergio, gracias por leer este texto con el alma y por descubrir en él la intencionalidad con la que fue escrito. Gracias por tus palabras y por ser fiel seguidor. Un abrazo.
EliminarEstoy leyéndolo con mucho sabor a manjar De ángeles... De madre, amiga, de Creyente y amadora de lo infinito. Que "dulce al paladar son tus palabras" mi buen amigo. José Delgado.
ResponderEliminarMi querido amigo José, qué generoso eres! Gracias por tus bellas palabras. Mi madre se merece todos los homenajes del mundo. Como también muchas madres del mundo. Tu que aún la tienes, ámala sin mesura y sin medida. Un abrazo.
EliminarTENGO MUCHOS RECUERDOS BONITOS DE MI TIA MELDITA Y AHORA LE DOY GRACIAS PRIMO POR DARNOS MUCHOS MAS RECUERDOS DE ESA MUJER TAN MARAVILLOSA QUE NOS DEJO MUCHAS ENSEÑANZAS EN LA VIDA Y LA SEGUIREMOS RECORDANDO POR SIEMPRE. Patricia Hurtado.
ResponderEliminarGracias a tí, prima por leerme y por tus palabras para Meldita, que se merece todos los homenajes del mundo. Saludos a la familia.
EliminarEstaba muy ansiosa de leer éste maravilloso escrito, preciso se me cruzó con la cirugía de mi ojo......Luisfer, que homenaje tan lindo a Meldita, una mujer excepcional, que dejó una huella imborrable y un legado a toda su familia, lleno de recuerdos tiernos, dulces y algunos no tanto, pero sobre todo la gran bondad que estilaba Meldita, siempre dada a las personas sin importar su condición...ya entiendo por qué Aidita es así, tan bondadosa y dada siempre a ayudar a la gente. Felicitaciones por transmitir, todos estos sentimientos tan hermosos.
ResponderEliminarMi querida cuñada, espero que tu recuperación vaya muy bien. Gracias de nuevo por leerme y por ser tan fiel seguidora. Aprecio tus palabras y qué bueno que puedas ver en Aidita cualidades de Meldita, es un halago para ella y para toda la familia, pues ella es como nuestra mamá también. Un abrazo y sigue recuperándote.
EliminarQue hermoso..... La señora Meldita dejó un gran legado en su familia, y todos los que tuvimos la oportunidad de conocerla. Un abrazo amiguito mío.
ResponderEliminarUn abrazo para ti, amiga del alma. Meldita siempre estará en nuestros corazones recordándonos su legado de amor y servicio.
EliminarTe felicito por los recuerdos que tienes tan bellos de tu mamá. Me pasa algo similar con los olores y sabores en la cocina, me traen recuerdos de mi abuela, la mujer que me levantó.
ResponderEliminarJeovani, gracias por leerme. Eso son nuestras madres, cariño, olores y sabores que jamás podremos olvidar.
EliminarFernando muchas gracias por compartirnos tu post. Lo leí y me encantó. Te cuento que al leerlo nos transportamos al pasado recordándonos la gran mujer que era Doña Emelda.
ResponderEliminarTe cuento que mi mamá también tuvo la oportunidad de leerlo y le encantó tanto que pudo recordar cuando iba a la escuela y los castigos que le imponían.
Te felicito por escribirle esas palabras tan bellas a tu hermosa madre que en paz descanse. Quien fue un gran ser humano. Te felicito. Saludos de todos mi familia un gran abrazo. Alexandra Alzate.
Mi querida Alexandra, no sabes cuánto me alegra saber que han leído este homenaje a Meldita. Qué bueno saber que las ha inspirado a recordar sus propias vivencias. Un abrazo.
EliminarHola Fernando, me ha gustado muchísimo tu homenaje a doña Emelda, así la conocí yo... un fuerte abrazo, espero que te recuperes pronto. Eider Lenín Gutiérrez
ResponderEliminarSaludos Eider, mil gracias por tu comentario. Voy bien gracias a Dios y a esta vida que me quiere tanto. Un abrazo desde Colombia.
EliminarGracia por escribir y describir historias, realidades y sorpresas. Luis Herrera.
ResponderEliminarGracias a ti, Luis por tomarte el tiempo de leerlas y dejarte sorprender. Un abrazo.
EliminarCon lágrimas en mis ojos te digo que nunca había leído un homenaje a la madre como el tuyo....tan real, agradecido, Amoroso y tierno, en relación a tantos recuerdos....uyyy que descripción tan propia y sincera, me motive a leer a Pablo Neruda y Gabriela Mistral...en serio, muy hermosa y admirable tu niñez respecto a los cuidados de tu madre...entiendo, de donde viene tanta calidad humana, bien heredada....Sé que ella desde el cielo se siente orgullosa de ti. Lloré
ResponderEliminarGracias, Zaida por leer todas estas historias que han hecho parte de mi vida. ¡Qué generosa en tus palabras! Un abrazo.
EliminarUna hermosura-de texto. Tiene taaaaaaaanto contenido que abarca:
ResponderEliminarSentimientos. Un gran amor por esa mamá que-se lo mereció todo .
Un homenaje familiar muy bello y sincero
Una promoción por decirlo así de lectura de varios libros que me hizo antojar.
Esa delicadeza para tratar ese tema-tan delicado como es la infidelidad y usted como hijo en medio de esos dos grandes afectos.
Lo que quedó en usted grabado en su corazón de hijo querido y mimado.❤
Y una-SUGERENCIA.
vale la-pena separar la historia-familiar de la de-su mamá hasta-que muere.
Inclusive podría enfocar el título haciendo alusión a-su muerte y gratos recuerdos.
Me emocionó muchiiiiiisimo este texto y veo rasgos muy precisos de su mamá en usted
Por eso usted es lindo y créame porque-se lo dice una viejita sin ninguna malicia.
Felicitaciones y un abrazo. Luz Stella Muñoz
Qué inspiración Luz Stella. La verdad es que mi madre fue una mujer increíble. Gracias por ver en mí, parte de su ser. Un abrazo.
EliminarLuisfer, qué belleza de homenaje a tu mamita, una mujer fuera de serie, que sólo repartió, amor, servicio y generosidad!
ResponderEliminarMuy lindo como desglosas tu vida de tan bellos recuerdos y de dolores grandes también.
Me encantó la alusión que haces a los poemas puestos en el sitio preciso. Mil gracias Luisfer por compartimelo. Qué bien escribes, felicitaciones!!! Me imagino todo lo que ayudó a tu alma para sanar. Lo hiciste desde el fondo de tu corazón y eso es muy valioso.
Abrazos y bendiciones. María Cristina Pavita.
Gracias Pavita querida. Recibo tus palabras como emanadas de una fuente clara y sincera. Honor que me haces.
EliminarTe enviaré luego otro link sobre mi padre. Y sin presión, ve leyéndolos con despacio, un abrazo.
Gracias, hermosa historia de vida, reviví lindos momentos con la tía Meldita. Luz Alba Estupiñan Hurtado
ResponderEliminarGracias prima querida. Mi madre, mi querida madre, mi musa y mi inspiración.
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