CHOCOLATE: INOCENCIA, PASIÓN Y DELEITE
Cada día a las 5:45 a.m. llegaba en persona a mi cama la
dulce voz de mi madre, anunciándome que ya era hora de levantarme; pero mi alma
ya había empezado a desdoblarse cuando era poseída por aquel infinito olor a chocolate,
-como sólo mi madre sabía prepararlo-, que inundaba la casa. Y es que antes de
escuchar su voz, yo, a mis siete años, era despertado por aquel
olor de dioses, producto del cacao, sí, pero también de aquellas diestras manos;
ambos, voz y olor, la personificación misma de la dulzura.
De mi cabello queda poco y de mi inocencia, perdida. |
Yo, entre mis hermanos Aida Luz y Jairo. Estilo década de los 70's. |
En mi corazón rondan los recuerdos de chocolate caliente, en las tardes, con tostadas que untaba de mantequilla, como pintando un lienzo, sin dejar siquiera el más mínimo espacio sin untar, repasaba de mantequilla una y otra vez aquella tostada, sujeto de ésa, mi compleja cirugía, -y hay de aquel que osara arrebatármela o interrumpir aquel intrincado proceso-, se las tenía que ver con el genio embotellado que habitaba al niño de la casa (soy el menor de entre cinco hermanos); después otra tostada, esta vez con mermelada y quizás una tercera con queso. Ése placer diario no me lo perdía por nada, se constituyó en rutina hasta que la vida me hizo lo suficientemente maduro o hasta que el tiempo destruyó mi inocencia y empecé a odiar la mantequilla –el acné alteró mi percepción-.
Agua caliente, pérdida
de la inocencia
Como será de poderoso el chocolate, que conocido desde
tiempos inmemoriales por los Aztecas, los Mayas y, en general por todos los
nativos mesoamericanos, era usado como objeto de culto, bebido en las cortes y
otorgado como recompensa a los héroes de guerra. Laura Esquivel, la escritora
mexicana, lo usa como una bella figura para representar la más fuerte de las
pasiones, precisamente ella que es mexicana y heredera de los Aztecas. El
chocolate, entonces se convierte en la imagen del amor, –solo hace falta ver a
dos enamorados engullendo chocolates como si el mundo se fuera a acabar o como
si el objetivo fuera engordarse mutuamente a punto de besos achocolatados-.
Ella escribe su obra, “Como agua para chocolate”, que llevada al cine se
convierte, en mi opinión, en una de las obras cumbre del realismo mágico
latinoamericano.
Actriz Lumi Cavazos en su rol de Tita, "Como Agua para Chocolate". |
Transcurre la revolución mexicana, 1910-1920, en este
contexto la escritora trata una historia de amor, con recetas culinarias que exacerban
los sentidos, y que titula con la analogía del agua caliente, como la que se usa para hacer chocolate, precisamente, como la pasión a punto de reventar en
los cuerpos de los amantes.
Tita es la hija menor de doña Elena, una mujer que
vive del qué dirán y de la tradición. De Tita se decía que traía consigo el don de una sensibilidad extrema, la misma que la hizo nacer
antes de tiempo, empujada por un torrente de lágrimas;
las mismas que derramaba en abundancia cada vez que en aquella cocina,
a la que sería confinada, se cortaba cebolla. También por ser la menor es
condenada por su madre a quedarse soltera, pero el amor puede más, aparece
Pedro quien se enamorada perdidamente de ella, y empieza el chocolate a hervir y doña Elena a no dejar que hierva, -quizás por el temor de que se derrame,
hace hasta lo imposible para evitarlo-.
Carátula de la novela "Como agua para chocolate", Laura Esquivel |
Pedro se casa entonces con Rosaura, hermana de Tita, para estar
cerca de esta última, quien se concentra en cocinar como una diosa, poniendo
toda su pasión en cada plato, depositando toda la magia de su amor en ellos, -sus
deliciosas y embrujadoras “codornices en pétalos de rosas”, son muestra de ello-; este plato produce estragos en todos los comensales, especialmente en Pedro,
quien sintetiza con toda su fuerza la pasión y el amor que lo une a Tita; ella,
a vez hace lo mismo-. El chocolate sigue haciendo sus efectos en los humanos. ¡Finalmente
el hervor revienta!, -un escalofrío recorre mi cuello y un suspiro profundo
sale de mis entrañas-.
Una pasión prestada y “Afrodita”
Morning Grace, óleo de Martin Maddox, 1991 |
Mi amigo Flavio Carnevali es un lector empedernido y un
amante furibundo de doña Isabel Allende, bebe y relee cada uno de sus libros
como el mejor chocolate y cada vez que sale uno nuevo, lo espera como un adolescente
a la nueva versión del iPhone. Pues bien, de él he tomado prestada esta pasión
por Isabel Allende, he empezado a leer “Afrodita”, que encuentro
apetitosa y muy fácil de digerir, por compartir recetas y
cuentos de amor y pasión que según ella, son el mejor de los afrodisíacos. –Y es
que la comida, la buena mesa, es otra de mis grandes pasiones, y una que no me
deja remordimientos-
Manzanas al chocolate para dos |
De su “Afrodita” del alma he robado la última parte: “Postres. Final Feliz”, en la que usa
los términos más adecuados para referirse a la etapa final de una comida, al
acto amoroso y al final del mismo. “Después
de una cena erótica que, cucharada a cucharada, ha conducido a los amantes a
través de los preámbulos y juegos amorosos hasta el lecho, debe haber un final
feliz; el postre… mangos flambeados con ron o profiteroles rellenos con
frambuesas y cubiertos por un manto aterciopelado de chocolate”, -dice-. Y sigue con su salsa de chocolate, indicando que, “cualquier
helado vulgar servido con una copa, bañado en salsa de chocolate y coronado por
una nuez o una cereza… se convierte en un postre de lujo”. Y como si fuera
poco, “Crema de Mocca”, “Mousse au
chocolat”, este último denominado por ella “una invitación formal al amor”.
¿Qué tal su receta “Carlota de los
amantes”?, la que define como una
saturación de afrodisíacos, mezcla orgánica de “chocolate, nueces, café, licor y huevos”, -Mmm, se me hizo agua la
boca-. En fin, queda claro que el chocolate es fuente de pasiones, causa de
tormentos y consecuencia del amor humano.
Estas tierras y sus Chocolates
Es justo decir que Colombia es un país chocolatero, familia colombiana
que se respete bebe chocolate al desayuno y a las bien recibidas visitas se les
atiende con chocolate caliente y pan de quesos, pan de bonos, almojábanas, tostadas,
croissants y una buena ración de queso, -nuestro maridaje criollo-; pero
también es justo decir que sólo hasta hace poco se ha empezado a producir en Colombia un
chocolate premium, de alta calidad; a la altura del chocolate Suizo,
del Venezolano, del Peruano o del Mexicano. Y es que Colombia desde hace un par de años ha entrado en la competencia con los mejores del mundo.
El chocolate Colombiano Tibitó ha sido galardonado en julio pasado de este año
2017, con el sello Superior
Taste Award (Premio al Sabor Superior), que da la Guía Gastronómica Michelin en Sabor
Superior, entregado en Londres.
Las variedades Trinitaria y Tumaco son las que más se
cultivan en esta tierra, siendo el chocolate Santander, el único chocolate de origen Colombiano y marca de la Compañía Nacional de
Chocolates. Su nombre hace honor al Departamento de Santander y específicamente
a sus montañas Yariguíes, donde crece el mejor cacao del país, también reconocido
internacionalmente por su exquisito y delicado saber. El Great Teaste Awards,
le ha sido otorgado a este chocolate colombiano, en varias ocasiones,
en su modalidad “Best in show – Best chocolate confection”, entregado en New
York en 2009. Para ver más acerca de las categorías y premios que se otorgan en
estas competencias, visita .
Cabe anotar que en el 2015 los chocolates Venezolanos, que desde
hace muchos años han sido catalogados como de los mejores, junto con el
chocolate Peruano, recibieron el The International Chocolate Awards por su
chocolates negros, de leche y blancos.
Vuelve y juega el chocolate, causa y efecto de pasiones, inocentes como las mías y las de muchos en su infancia; de otras más
turbulentas como las de Tita y Pedro en “Como agua para chocolate” o como en las
recetas y sugerencias de doña Isabel Allende en su “Afrodita”. El chocolate que
cautivó primero a los Aztecas y a los Mayas, luego a los europeos, nos sigue
seduciendo con su sabor, olor y, en mi caso, con aquel sonido que produjo cuando
la dulzura de las manos de mi madre entró en contacto con el molinillo
viejo y la jarra gastada de la casa de mi infancia.
Actualización, noviembre 15 de 2017
A propósito del chocolate venezolano, les copio un link hermoso acerca de las tres riquezas del suelo hermano, publicado por la revista Estampas, titulado "Cacao, Ron y Café, orgullos de nuestra tierra", disfrútenlo!
Creéme que para mi es una verdadera y auténtica delicia leerte. Me gusta mucho tu estilo narrativo y el picante que colocas en cada uno de tus escritos, te felicito. Ernestina Cuero.
ResponderEliminarMil gracias por tus palabras que me nutren, Ernestina. un abrazo.
EliminarQué nota tan deliciosa. Diana Chávez
ResponderEliminarVerdad que sí? Disfruté mucho escribiéndola.
EliminarLa. nostalgia de la infancia!!!! Juan Carlos Múnera.
ResponderEliminarAlgo así, gracias por leerme Juan.
EliminarDeleitando esta nota como un buen chocolate.....
ResponderEliminarGracias Flavio por prestarme tu pasión por Isabel Allende y su rica literatura.
EliminarHermosa lectura. Qué momentos aquellos, somos afortunados de haberlos podido vivir. Aracelly Tovar.
ResponderEliminarAsí es mi querida Aracelly, fueron momentos felices, verdaderamente felices.
EliminarLuisfer siempre te he admirado, me deleito leyendo lo que publicas, estas dejando una gran huella, compartiendo e experiencias vividas junto con tu conocimiento adquirido, esperaré ansiosa tu próxima publicación, un abrazo gigante!
ResponderEliminarMi querida Deisy, gracias por dejarme saber que tú fuiste quien comentó este post, gracias por tus bellas palabras que recibo con todo el afecto. Un abrazo.
EliminarFernando, muchas gracias por compartir tus vivencias, tus conocimientos y experiencias, me encanta como escribes!!!
ResponderEliminarQué bueno que te haya gustado el post, Iris, seguiré escribiendo y compartiendo mis experiencias. Un abrazo.
EliminarTe admiro tantas ideas buenas, te deseo muchos éxitos, te recordamos mucho y te extrañamos.
ResponderEliminarGracias, amigo-a anónimo, tus palabras son un incentivo que alientan mi pluma.
EliminarRico, interesante! Lectura entretenida y deliciosa... salud por vos, con un buen chocolate caliente, con bastante espuma. Rodolfo Restrepo.
ResponderEliminarGracias amigo por tus deseos, seguro que me tomaré un rico chocolate, a tu nombre, salud Rodolfo!
EliminarTambien lo deleite y disfruté ese rico sabor del chocolate. Gustavo Alzate.
ResponderEliminarGracias Gustavo ppr leerme y por deleitarte como bebiendo buen chocolate.
EliminarHola Luis Fernando. Este texto, más que el chocolate y su agradable aroma, lo veo como un recuerdo con mucho amor por su mamá, porque en lugar de un gesto dominante para-que se levantara, preparaba esa aromática bebida primero y luego si le hacia su tierno llamado. Cómo olvidarlo? Lo demás son complementos de toda-su vida alrededor de él. Y claro como reconoce su buen gusto.... Me gustó mucho también. Luz Stella Muñoz.
ResponderEliminarSaludos, Luz Stella, qué juicio, qué dedicación. Cuánto me alegra saberla sumida en la lectura. Así es, es un homenaje a la figura de mi madre. Un abrazo.
Eliminar[9:50 a. m., 9/5/2020] Liliana Zamudio Amézquita:
ResponderEliminarNos aguó el chocolate������. Hizo recordar a mi madre a mi abuelita. Muy lindo: ese olor que lo posee antes de que mamá llegue a su cama. Hay lágrimas de nostalgia. Eso es lindo. Liliana Zamudio.
Espero que esas lágrimas hayan sido de felicidad. Quiero abrazarlos a todos con mi abrazo. Decirles que los admiro y aprecio, aunque todavía no los conozco, por esa capacidad de sentir y dejarse afectar por lo que pudiera ser bello y noble. Y eso es arte, es decir, son artistas.
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