LA "MALA VIDA" AFECTÓ MI JUICIO

La “Mala Vida” afectó mi juicio

Este post no se trata de mi mala vida, por lo menos no de toda ella, este post trata de la re-lectura de "MalaVida", libro que terminó afectando mi juicio, digo, mi opinión, más bien mi creencia en el fin del mundo, como si lo hiciera a propósito de los anuncios más recientes acerca del tema, tan ampliamente difundidos en las redes sociales por estos días.

Y es que los desastres naturales, huracanes, inundaciones –Irma, María, Arlene-, los anuncios de guerra (nada que ver con Trump y Pyongyang, ellos son gente de paz), han estimulado la sed de fin de mundo, que según quienes lo vaticinan no puede ser menos que apocalíptico, cataclísmico.  ¿Sabían ustedes que ya tenemos una fecha para ello y está fijada para el 23 de septiembre de este año? ¡Así que todos a prepararse! Ah, ¡pero, ésa fecha ya pasó! ¿Qué falló entonces? ¡Averíguelo Vargas!


Suzanne Bernard, la autora francesa de este libro fue una ensayista y novelista que vivió entre 1932 - 2007. Su manera de contar los hechos y de usar los personajes, te envuelve en una comedia desencarnada por un lado, con un lenguaje jocoso por el otro; al final, te ofrece la fórmula perfecta contra el tedio y el aburrimiento; receta de esta entretenida y relajante novela, que te arranca sonrisas livianas y estridentes carcajadas. El desparpajo, si es que se pudiera catalogarse como figura literaria, sería la más usada en ella.

Bernard reconstruye en su obra la Francia de 1345 y, sobre todo, sus zonas rurales, que resume en un burdel, como indicándonos que la decadencia, en ciertas etapas de la historia de la humanidad lo invade todo. En él, en el burdel, todos confluyen, ya Marión, la madame; Rémi, el Tuerto y examante de la primera y líder de una banda de salteadores de buenas maneras o como los llamaríamos hoy, ladrones de cuello blanco, que siguen pululando por estos lares, ya en Colombia, en América toda, mejor dicho en todo el mundo; sobre todo los de cierta clase, la política, que de coctel en coctel y de banquete en banquete se dedican a hurtar usando como estrategia, la demagogia (o el arte de parecer sabio a punta de diarrea mental y mucha prosopopeya). 

Cualquier parecido con nuestra realidad colombiana, que por estos días se convierte en un lupanar (que ésta con éste, que aquél con aquél y que ésta con aquella y con aquellos -qué orgía política-), es mera coincidencia. Los vemos desfilar con y sin corbata, muy pulcros y muy majos, recogiendo firmas o inventándose cuando artimaña puedan para embaucar a desprevenidos y necesitados, a olvidadizos y recurrentes, a ciegos y sordos de historia lejana y reciente, buscando comprar votos por un tamal, venta de conciencias al mejor postor, entretenidos mientras llega el final, no precisamente del mundo, sino el robo.


El concepto del fin del mundo, recurrente en todas las épocas de la historia de la humanidad, actúa como un decantador de hombre y mujeres, a unos los pone de rodillas frente a su dios y a otros frente a los placeres del mundo, exigiéndoles una respuesta inmediata; algo así como que si llegado el apremiante momento, aquél preciso instante, tuvieras que decidir qué hacer. Igual que el planteamiento que me hiciera mi amiga, Adriana López, durante los recientes eventos acaecidos en Miami. Ella, siempre tan histriónica, preguntaba abiertamente en su fanpage, “¿Y, si fuera verdad que el mundo se acabara mañana? -quizás temiendo a Irma-, ¿Qué tendría que seguir haciendo? ¿Qué me dirías?”. Unos respondieron -“seguir haciendo lo mismo que todos los días, es decir, trabajando, comiendo, respirando cotidianidad”- otros -“llamar a los seres queridos”-, sólo por mencionar algunas de las respuestas.

Pues bien, para el amplio grupo de personajes que desfilan por “Mala Vida”: condes, ladrones, condesas, tuertos, doncellas y no tan doncellas, maleantes de toda calaña, curas y lisiados, políticos y académicos, soldados y artistas, viudas, solteros y casados y humanos sin nada de virtud o aparentando tenerla; la decisión es más sencilla, entregarse a los placeres de la vida, ya atragantados de comida, de bebida o entregados a la piel, en una eterna bacanal desenfrenada en donde la pregunta por el fin se presenta como la máxima de las reflexiones, entre escena y escena.

Es como si la intención de la autora no fuese otra que la de ponernos a todos en el mismo costal, el del final del mundo o como si no obstante la alta o baja alcurnia, la bajeza de nuestro ser, la virtud, la abundancia o la escasez, todos, absolutamente todos iremos a morder el polvo -bueno, ahora es peor, el fuego, que debe arder más, menos mal que a ésas alturas ya no se siente nada-.


Suzanne Bernard es una maestra de la comedia seria, digo de la comedia bien hecha. Este es un libro que te hará reír, que aportará un tanto a pulir tu sentido del humor y, de paso, aprender que la pregunta por el fin del mundo ha estado siempre. ¡Se las recomiendo!



Vienen más sorpresas de diseño de interiores, poesía, literatura, quesos, vinos, viajes, teatro, danza y otros temas, espéralos en un nuevo post.

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Comentarios

  1. Aplausos! Me encantó el artículo, buscaré el libro para leerlo, lo muestras muy interesante, un abrazo. Saúl Nova.

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    1. Saúl, tu comentario me halaga viniendo de tan buen lector, de verdad que vale la pena leer este libro.

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  2. Me encanta lo que haces, fan # 1 �������� Patricia Carnevali

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