OLOROSOS UNOS, APESTOSOS OTROS, PERO DELICIOSOS TODOS
Corría el año 1981, 11 años
cumplidos, inicio de mi secundaria en el colegio mixto, San José, de Alcalá,
Valle del Cauca (un pueblo ubicado en el norte de ése departamento y que orgullosamente
hace parte del Paisaje Cultural Cafetero de Colombia, declarado por la Unesco como patrimonio de la humanidad). El mencionado colegio estaba dirigido por las Hermanas
Vicentinas, congregación religiosa de origen francés, -por aquí va la cosa- y tenía
como rectora a Sor Carmen Bravo Arenas (que
hacía gala de su apellido, ¡que bravura, pero qué ternura al mismo tiempo!).
Grupo de Teatro escolar, otra de mis pasiones hasta hoy. El niño con ambos brazos levantados y con una gaseosa Colcana en la mano derecho, soy yo, sí, irreconocible, ¿verdad? |
Ver departamentos Valle del Cauca y Risaralda, contextos de mi historia personal inicial. |
Verán ustedes, desde el primer
día, un pingüinillo como era, -terriblemente flaco-, tenía que alinearme en
perfecta hilera con mis compañeros, parecíamos pequeños soldados de plomo, casi
sin respirar, como si extinguiéramos de nuestra vida el movimiento; pero bueno,
tampoco fue tanto. Tengo que decir que yo disfrutaba de aquellos quince minutos
al iniciar cada jornada que transcurrían entre llamados de atención general,
avisos parroquiales, rezos y, lo que más deleitaba a mis oídos, las historias
de aquella monjita que despertaron en mí la pasión por la cultura francesa y
todos sus deleites.
Ella había vivido en Francia, en
París precisamente, por muchos años y, nos transfería a mí y a mis pares, con la
pasión que la caracterizaba, su pasión por la France (que ya la lengua francesa, que
ya los QUESOS, - la cosa sigue por aquí-, que el pan francés, que la comida,
que el orden y la organización de los franceses, que soñáramos con viajar y
conocer, que voláramos más allá de las montañas de aquel pueblo), eso
se me quedó tatuado en los laberintos de mi entonces pequeña alma, no sé por
qué, pero un sabor a queso se me impregnó.
Función Escolar Navideña, colegio San José. Al lado del ángel de pie estoy yo, representando a San José. ¡Risas! |
Viví cuatro años y algunos meses
en aquél colegio. Al empezar décimo grado, ya con 15 años cumplidos y entre la
existencial disyuntiva que me producía pensar en lo que quería ser -actor o
cura-, sin poder decidirme y con la premura del tiempo (ya había vivido quince años, imagínense, quince y no había decidido qué hacer con mi vida, ¡qué
calamidad!), me decidí por la segunda, después de haber puesto en
cintura a mi querida madre, exigiéndole, casi como si ella fuera la dueña de la
vida, que me mandara una señal, tenía que tomar una decisión pronto – y es que
siempre he sido afanado, bueno, más bien apasionado, o las dos-.
Mis hermanos Aida, la mayor y Jhon Javier, anterior a mí. |
Mis padres, digo, mi madre y mi
hermana mayor, -pues mi padre hacía un par de años había decidido probar suerte
en otros brazos y en otro nido-, me acolitaron tal decisión, ¡la suerte estaba
echada! Y con ello, seguía el legado de sor Carmen Bravo, el legado de volar
bien lejos, aunque esta vez no lo era tanto, tan sólo unos kilómetros me separarían
de la casa materna, pero a mí se me antojaban mundos de distancia. Entonces pasaría
dos hermosos años en Santa Rosa de Cabal, Risaralda, en la Apostólica de los
Padres Vicentinos.
Sí, ahora mi vida transcurriría
en aquélla linda e histórica academia, La Apostólica (ahora con más de 120 años de
historia, y no piensen que son la suma de mis años, declarado monumento nacional), propiedad de la
rama masculina de la congregación de sor Carmen Bravo, francesa también, ambas
ramas por allá de 1625-1633. ¡Y es que era como si ésta cultura me persiguiera!
En la Apostólica tuve la dicha de encontrar al padre Fernando Escobar, el
rector y quien además había estudiado música también en París y se convertiría
en mi profesor preferido de francés y de música; dos de mis materias preferidas
y nuevas fuentes de mi pasión y sofisticación francesa… -risas-.
Vista frontal de la edificación original, con más de 120 años de existencia. |
Mis compañeros de Décimo Grado |
En una de las lecciones de
francés, la número 42, “La boulangerie, la cremerie – La panadería y la
quesería”, (usábamos el “Course de Langue et de Civilisation Francaises II” – Curso de Lengua y Civilización
Francesa II”, de G, Mauger), aprendí cómo los franceses, y en general los
europeos, deliran por los quesos, así que aprendí a pronunciar el nombre de
quesos como: Camembert, Gruyere, Brie, entre otros, pero en ése momento me
quedó faltando su sabor; eso sí, me lo alcancé a imaginar ya verán por qué.
Página de la gramática francesa, lección 42 y carátula de la misma. |
Compañeros de Undécimo Grado. |
Mapa de Francia que nos da una idea de su variedad de quesos |
Un día, el padre Fernando, en
clase, como para ilustrarnos y sacarnos una abstracción de queso francés, nos
contó la historia de una cocinera latina que trabajara en una de las casas de
ellos, quien al olfatear un terrible olor en la cocina y, decidida a encontrar
la fuente de tanto hedor, botó a la basura la materia blanquecina, con partículas
amoratadas y mohosa que encontró envuelta en papel parafina. La mencionada
madame, como una heroína del aseo y la pulcritud latina, había logrado
extinguir la causa de aquel hedor (había echado a la basura un lote del más
preciado queso francés y ella misma se había tomado el trabajo de depositarlo
en el contenedor más lejano de la vecindad). Aquella historia era como una advertencia que no se debía
repetir, no en nosotros que ahora éramos conocedores, por lo menos de nombre,
de los mejores quesos franceses.
De izquierda a derecha: mi santa madre, María Enelda Hurtado, mi amiga de toda la vida, Aracelly Tovar, yo y el padre Gonzálo Montoya, en el día de mi graduación. |
Mi vida continuó al igual que mi
descubrimiento de los quesos. Aprendí que no sólo Francia producía buenos
quesos, para entonces había pasado de la potencia al acto, había probado algunos.
A ésa altura y como principiante que era, el Brie se derretía en mi boca.
Aprendí que Italia, Suiza, Holanda y España hacían gala de sus preciados quesos;
que los hay de corteza dura y enmohecida, frescos, de pasta blanca, azules,
amarillos, blancos, de leche de vaca, de cabra (los que menos me gustan) y de
oveja. Los hay también prensados, de pasta cocida o de torta. Aprendí que los
hay maduros, ahumados, jóvenes, suaves y muy fuertes, que entre más olorosos
son más gustosos (les transfiero el truco que me enseñara el padre Fernando, -si es tu
primera vez con un queso azul, por ejemplo, tápate la nariz, nos decía, y antes
de destapártela, dale tiempo a tus sentidos de degustar su sabor y textura-), después
predominará el sabor más que el olor, eso sí, éste nunca desaparece. En el
sitio web de, “cocinillas, la gastronomía del español”, podrán encontrar una muy
buena clasificación.
Y es que para saborear la vida,
hace falta probar, sólo eso, probar. Probé irme de cura, seguí unos años más en el seminario, y no me gustó, pero
probé y aprendí de quesos y de miles cosas más; por eso, no quisiera terminar este
post sin invitarlos a probar algunos tips quesunos, de aquellos que he probado,
sobre todo para principiantes, quesos que se pueden conseguir en supermercados
en Colombia:
- Mis
mejores quesos Franceses: Brie, Camembert, Gruyere, Emmental y
Roquefort – el más oloroso de todos. (En la actualidad existen más de 1.000
clases de quesos en Francia -aprendí bien la lección de lengua y cultura
francesa-).
- Mis mejores italianos: Pecorino, Ricotta
(requesón) y Provolone.
- Que no falten los holandeses:
Gouda y Holandés
- Mi selección de españoles: (En la
actualidad se producen más de 150 clases de queso en España. El Manchego y
Torta del Casar son mis preferidos.
- Mis preferidos venezolanos: hay
que decir que este pueblo hermano es uno de los que más y mejores quesos produce
y degusta en América Latina: De Mano, Telita y el Palmizulia son mis
preferidos. -Muero por un trozo de palmizulia con una tasa de chocolate
humeante-.
- De mi tierra, de Colombia: tengo
que decir que vamos poniéndonos a la vanguardia, la empresa Alpina ha
empezado, hace ya más de una década, a producir excelentes quesos,
similares a los franceses y de otras latitudes, que se consiguen a precios
cómodos. Brie, Camember, Emmental, Tilsit, etc. El queso Paipa, único
queso colombiano con denominación de origen, es excelente; también el
queso Pera y el Quesadillo (queso fresco, de pasta dura, con
bocadillo de guayaba o arequipe en su interior, una mezcla deliciosa).
- Si vas
a empezar tu experiencia con quesos, te recomiendo un Brie.
- Si ya
empezaste, ve con un Gruyere o con un Emmental.
- Si
estás en nivel Upper Intermediate – Intermedio Alto-, intenta con un queso
azul, ¿qué tal un Tilsit?
- Ayúdate
de los utensilios adecuados, si no los tienes, igual disfrútalo.
- Si superaste Upper, búscate un queso mohoso, oloroso, un Roquefort, con un nivel mayor de hediondez, un buen trozo de pan, el que sea, y una buena copa de vino tinto, y disfrútalo, la vida es corta, ¡vive tu carnaval en el paladar! Eso sí, no olvides que rodeado de amigos, sabe mejor.
Vienen más sorpresas de diseño de
interiores, poesía, literatura, quesos, vinos, viajes, teatro, danza y otros
temas, espéralos en un nuevo post.
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Aracelly Tovar: Fer buenas noches. Yo he estado leyendo todos los post, lo está leyendo mucha gente. Que lindo toda esa época que vivimos. Gracias amigo, de verdad, muchas gracias, por haber hecho parte de mi vida, y de esa parte que fue lo mejor que he vivido.
ResponderEliminarAracelly, gracias a ti por seguir siendo para de mi historia.
EliminarLa forma como escribe muy sencillo, y que invita a no perderse nada. Le deseo toda la suerte del mundo, Aracelly.
ResponderEliminarAracelly, te invito a seguir leyendo estas partes de mi vida, de la que tu has sido una bien importante.
EliminarQué interesante e ilustrativa lectura. Gracias. Me hiciste recordar una historia que nos contó el padre Fernando en clase, sobre un seminarista que se robó un queso de la cocina y se fue a confesar luego con su director espiritual, y luego en clase con el director espiritual éste le increpó porque no se sabía la lección y le dijo "quedó usted como un queso", pues ante esto el seminarista acusó a su director de violar el secreto de confesión. Luis F. Ardila
ResponderEliminarQue buena interacción, tocayo, me gusta que suscite interés en contar otras historias. Bienvenidas todas las anécdotas de "aquellos tiempos en que fuimos felices".
EliminarDisfruté muchísimo con la-lectura de este texto, porque para mí representó otro talento más suyo: lo escribió con humor . Desde la-forma como describe a-la-hermana-religiosa que le infundio admiración por Francia, su paso por el colegio en sus últimos años y su manera tan personal de enseñarnos sobre la variedad de quesos.
ResponderEliminarAl final? Irlos probando poco a poco aunque tengamos que tapar la nariz jejeje.
Gracias Luis Fernando. Luz Stella Muñoz.
Gracias, Luz Stella, qué forma la tuya de agarrar el meollo y el espíritu de los artículos y de comentar. Mil y mil gracias por tomarte el tiempo de leer y comentar.
EliminarSaludos, Luis Fernando, nos dejaste con muchas ganas de probar acerca de quesos. Yo veo un programa de Francia en donde hablan mucho de un queso que mencionaste aquí, el Camambert y me da mucha curiosidad. Sería muy bueno ver las fotos de la presentación de navidad de las que hablas, pues la descripción genera emociones. Liliana Zamudio.
ResponderEliminarMe alegra, Liliana que les haya provocado algo y si es relacionado con probar nuevos quesos, bienvenida la provocación. Un abrazo.
EliminarHola Luis Fernando, buenos días, ahora ya entiendo porque es que Plaga, el personaje al que le gusta mucho el camambert. Hay un personaje que deja doce días madurando ése queso y llega y lo aplasta y ahora entiendo por qué, gracias. Juan Pablo Gil.
ResponderEliminarImagínese Juan Pablo, así será de delicioso ése queso que Plaga se enoja cuando se lo maltratan. Qué buena deducción la que haces. Un abrazo.
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